VII
Jornadas de Historia Reciente, organizado por la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, a realizarse
en la ciudad de La Plata los días 6-8 de agosto de 2014.-
Eje
temático: Mundo del trabajo y procesos económicos
Título:
Un estado de la cuestión acerca del “Industricidio” en (de) Tucumán y su
impacto en el mundo del trabajo rural azucarero entre los años 1966 y 1970 (Primer avance)
Autor:
Lic. Pedro García Posse
Pertenencia
institucional: FAHCE-UNLP
Abstract
1966. Año muy significativo en la historia
argentina. Los militares retornaron al poder, y derrocaron a una débil,
condicionada y restringida democracia. La libertad de nuevo sojuzgaba a esa
primavera política. Otra vez la recurrente costumbre de ir a los cuarteles para
derribar presidentes. Pero, el peronismo que apoyó el golpe caería prisionero
de sus propias acciones (y contradicciones) políticas.
1966. Tucumán es golpeado en forma
despiadada, por la decisión de la dictadura de Onganía de cerrar los ingenios y
cambiar la estructura agraria.[1]
El Plan de Reconversión Económica desató la mayor crisis de la historia en esa
provincia norteña[2].
Este plan del ministro Salimei, produjo un
verdadero tsunami socio-económico en la monocultura azucarera en la cual giraba
gran parte de la sociedad de Tucumán: trabajadores de Santiago de Estero, La
Rioja y Catamarca y otros actores sociales. También golpeó al minifundio cañero
del cual vivían más de 20.000 familias.
Los ingenios pequeños, endeudados” e
ineficientes (tecnológicamente) fueron cerrados y sus trabajadores pasaron a
ser ex empleados.
Los pueblos azucareros que vivían
principalmente de ingenio más cercano, o a unas cuadras del centro comercial,
quedaron casi quedan desiertos.
La FOTIA entró también en crisis, por la
lucha sindical entre los incluídos y excluídos en el rediseño industrial.
Los pequeños cañeros se dividieron entre los
cupificados (poseedores de más de 3 hectáreas) y los no-cupificados (los que
poseían un fundo mayor, podrían tener caña)
La debacle provincial fue total.
Una vez presentados algunos de los resultados
de las decisiones del gobierno de Onganía, es necesario replantearse algunas
cuestiones que nos permitirán tener un anclaje o debatir sobre diferentes
momentos críticos de la historia azucarera tucumana:
a ¿La crisis
de la agroindustria azucarera se debe al decreto de Salimei de 1966?
b ¿La crisis
azucarera se produjo por la superproducción del año 1965?
c ¿La crisis
estaba presente desde los gobiernos provinciales de Gelsi y Barbieri
(presidencias de Frondizi e Illia respectivamente)?
d ¿La
responsabilidad de la crisis la tuvo el golpe militar de 1955?
e El Estado de
bienestar de Perón que brindó sustanciales al trabajador azucarero -pero que
chocó con una FOTIA rebelde- había incrementado en demasía los costos agroindustriales
de los ingenios (sobre todo beneficios sociales) y eso redundó en sus graves
problemas económicos y financieros …
f ¿La
originalidad y debilidad endémica de Tucumán se debía a la presencia de más de
20.000 cañeros independientes la mayoría minifundistas (cultura campesina), y
eso impedía una más eficiente industria?
g ¿El plan de
Salimei era para beneficiar a los ingenios más modernos y productivos del Norte
(Salta y Jujuy)?
El objetivo de esta ponencia es intentar
responder a algunos de estos planteos, a través del análisis de los principales
trabajos realizados por investigadores sociales desde el año 1960 y la
relectura de los diarios de época tanto de Tucumán como metropolitanos[3].
Este estado de la cuestión es la primera parte de un trabajo de larga duración.
Es un tema apasionante. Los historiadores decidieron abocarse a ese tema,
recién a mediados de la década del 80’. Veinte años después que sociólogos
rurales y otros especialistas, habían trazado (dejado) su surco, en ensayos y
publicaciones académicas. En este primer abordaje se hará foco en los años
1966-1968 cuando la dictadura quiso (intentó) bajar la cortina sobre Tucumán.
Los primeros que trataron la problemática
socio-económica de Tucumán, fueron los sociólogos del Instituto Torcuato Di
Tella (ITDT)[4], los
geógrafos de la Universidad Nacional de Tucumán y el investigador francés Romain
Gaignard. Estos investigadores sociales trabajaron, observando y estudiando una
agroindustria azucarera que manifestaba problemas complejos. Y ese el tema de
esta ponencia.
Miguel
Murmis, “Monoproducción agroindustrial, crisis y clase obrera: la industria
azucarera tucumana”[5]
Existe una amplia y desigual historiografía
sobre la industria azucarera en el epicentro tucumano, específicamente sobre el
mundo del trabajo.[6] Este
artículo fue terminado en el mes de abril de 1969 y constaba de tres partes. La
primera la escribió Miguel Murmis, la segunda Carlos Waisman; y la tercera
parte, Silvia Sigal siendo publicada en el siguiente número de la Revista Latinoamericana
de Sociología, N° 2, 1971.
“Tucumán
nos muestra cómo la pobreza la
marginalidad (…)” son parte
del mismo proceso de desarrollo. La crisis de la industria azucarera no
permitió la diversificación ni mejoró la calidad de su numerosa fuerza de
trabajo, según Murmis. Él ha elegido el año 1965, cuando: “la industria vive una crisis aguda, aplastada por la superproducción,
que se suma a sus viejos problemas y los trabajadores deben enfrentarse con
cierres de fábrica y disminuciones de la superficie sembrada.”[7]
El objetivo del trabajo de Miguel Murmis es
estudiar solamente el sector asalariado que depende de los ingenios,
constituido por cuatro clases de trabajadores: fabriles, agrícolas, estables y
estacionales. Habiendo en Tucumán 27 ingenios (1965) y sólo 8 cumplían con el
requisito de eficiencia fabril que variaban entre 86 y 91, mientras en el Norte
donde había 5 fábricas todas cumplían esos requisitos[8].
El personal de los ingenios tucumanos en el
año 1966 era el siguiente: fábrica permanente: 5.500; fábrica transitorio:
12.300; surco permanente: 3.300; surco transitorio: 9.700; total: 30.800.[9]
Sin mencionar a la FOTIA, a la que caracteriza
como: “una organización obrera común, tradicionalmente de marcada militancia”,
tema que retomará más adelante. Ahora va a analizar el efecto de la crisis
sobre el mercado de trabajo: “corte
fundamental en la vida obrera tucumana de hoy, el corte entre obreros de
ingenios cerrados y obreros de ingenios abiertos, diferenciados éstos a su vez
según trabajen en ingenios “amenazados” o “seguros”. “(…) Los cierres de
ingenios han representado una fuertísima contracción del mercado de trabajo.
(…) [que] sólo agudiza una situación que ya había comenzado a dar hace tiempo”[10].
Como se muestra en este trabajo: la expansión
laboral en las fábricas tucumanas, saltaron de 5.800 obreros en 1943 a 20.800
en 1948. En cambio entre los trabajadores del surco fue menor: de 16.600 se
pasó a 22.000. Mientras que los obreros de ingenio se mantuvieron alrededor de
20.000 puestos de trabajo hasta el año 1955; los ocupados en el surco
disminuyeron de 22.000 en 1948 disminuyeron a 12.900 en 1966[11].
Entonces, el proceso de contracción de mano
de obra, produciría el desplazamiento de obreros por procesos de mecanización y
reorganización de fábrica. Produciéndose en el año 1968 el uso más generalizado
de la cosechadora mecánica y eso acentuó la no contratación de trabajadores
agrícolas.
No se puede soslayar que: “(…) la causa fundamental de contracción del
mercado de trabajo es el cierre de los ingenios. (…) en 1966 se cerraron 7
ingenios y en la zafra de 1968, otros dos ingenios anunciaron que no
participarían de la de 1969”[12].
La respuesta de la FOTIA,[13]
ante la “crisis endémica” que envolvía el desenvolvimiento de esta
agroindustria obligó a que se moviera en dos direcciones: “la salvaguardia de la industria en tanto fuente de trabajo, con la
consiguiente presión a favor de créditos destinados a mantener las fábricas en
funcionamiento y pagar los sueldos, y el reclamo de soluciones transformadoras
de la industria y la región[14].
Sobre los trabajadores transitorios, no
existiendo cifras confiables, Murmis estima para el año 1966: 8.000 permanentes
y 42.000 transitorios, provenientes cercanos al 35 % de las provincias vecinas
(principalmente Santiago del Estero, luego Catamarca y La Rioja)[15].
Selva
E. Santillán de Andrés: Esquemas de la estructura socio-económica de la
provincia de Tucumán[16]
Esta geógrafa de la Universidad Nacional de
Tucumán, realiza una síntesis valiosa de la realidad social azucarera de la
provincia, en un complicado contexto político.
Establece que: “la grave situación que se había planteado antes de este hecho [el
cierre de los Ingenios], concretamente hacia el año 1964, en que la situación
se había vuelto difícil en el sector azucarero a consecuencia de los atrasos de
pagos de sueldos y jornales a los trabajadores, quienes atravesaban por una
situación precaria con la consecuente incidencia en la mortalidad infantil, que
nuevamente acusaba altos índices, en el analfabetismo y en la deserción
escolar.” También produjo un impacto negativo en la economía de la
provincia. “(…) basta observar el aspecto
desolador de las fábricas cerradas, sin el empuje vital que implantaba a sus
respectivas áreas de influencia”[17].
Santillán de Andrés sigue reflejando sus
observaciones directas: “Los testimonios visibles son más evidentes,
no en esa quietud fantasmal, sino en las viviendas de los obreros azucareros
que se han construido alrededor de la fábrica y que hoy en un 90% se encuentran cerradas; o en aquellos
refugios precarios construídos ‘con malhoja’ de la caña de azúcar, que formaban
parte del paisaje azucarero en la época de la cosecha y que hoy en plena área
cañera es difícil encontrar (…).”[18] Santillán
de Andrés cuenta como se ha modificado el paisaje azucarero, la casi ausencia
de trabajadores transhumantes, salvo en áreas marginales de la provincia.
Esta geógrafa critica la manipulación de la
cifra de desocupados por parte de la Dirección de Estadística, concretamente
dice: “(…) oficialmente sólo figuran
alrededor de 40.000 desocupados a consecuencia [del cierre de ingenios], (…) es
una cifra que no corresponde a la realidad (…) de la actividad azucarera. También
han decrecido las migraciones por falta de demanda de mano de obra, sumada a la
desocupación de la población activa de Tucumán. Los tucumanos desocupados
fueron a vivir en villas de emergencia alrededor de la capital tucumana. Otros
han emigrado hacia otras provincias, calculándose ese éxodo en 160.000
personas, procedentes la mayor parte del área cañera; “y el resto (…) a morir a la
sombra de la chimenea del Ingenio”[19].
A fines de 1968, la tasa de desocupación de
Tucumán fue estimada en 13,54%. “Dentro
del personal permanente correspondió un 62,2% a obreros del surco; el 32,8% a
obreros de Ingenio y 4,8% a obreros de otras industrias; en el personal
transitorio un 80% ha afectado a los obreros del surco y un 20% a obreros de
Ingenios.”[20]
Cuando en el nivel general de desocupación de la Argentina era de 4,5%.
Silvia
Sigal: “Acción obrera en una situación de crisis: Tucumán 1966-1968”[21]
La socióloga Silvia Sigal, señala lo
siguiente: “Durante mucho tiempo, y
particularmente entre los años 1964 y 1968, la provincia de Tucumán constituyó
el ‘polvorín de la República’, amenaza social y ejemplo de irracionalidad
económica para la derecha y esperanza para la izquierda opuesta a la
institucionalización del movimiento sindical.”[22]
El
objetivo de su trabajo es el estudio de “conductas e ideologías en un contexto
específico: los trabajadores azucareros de la provincia de Tucumán en el
período clave de 1966-1968”. Cómo una situación modela el comportamiento
obrero.
Repite el concepto ya desarrollado en otros
trabajos, por ejemplo en la tesis doctoral de Micele (1935), sobre la
superioridad de productividad de los ingenios del Norte (Salta y Jujuy). Indica
que los ingenios del Norte, fueron beneficiados por la política azucarera desde
1955[23]
y se promueve desde el Estado nacional seguir en la misma línea.
La zafra récord de 1965, situó en un grave
problema a la provincia, porque se produjo 1.200.000 Tn., de las cuales sólo
800.000 Tn podían ser absorbidas por el mercado interno. Además se sumó que
existían atrasos en los pagos a trabajadores y cañeros azucareros, y que el
gobierno de Lázaro Barbieri estaba casi en cesación de pagos, por la “sideral”
deuda de los industriales. “Abril, mayo y junio de 1966 son meses
convulsionados por huelgas [de varios gremios estatales], y por un paro de la
FOTIA en el mes de mayo”. Se produjeron incidentes en varios ingenios con
víctimas tal el caso de la revuelta en el ingenio de Bella Vista (Famaillá) en
diciembre de 1965[24].
El caos social de los años 1965-1966 en
Tucumán y específicamente en el mundo azucarero, se adelantó por varios años al
Cordobazo de 1969[25].
Sigal está de acuerdo con las conclusiones de
Miguel Murmis: “[que] el gobierno y la clase dominante quiere hacer algo en
Tucumán donde hay peligro de ‘conmoción social”[26].
Y sostiene que: “(...) la tradición de lucha y la existencia de una fuerte
organización sindical [FOTIA] explican sin duda la ‘visibilidad social’ del
problema azucarero.
El trabajo de la socióloga Silvia Sigal se
basa en las entrevistas a trabajadores[27],
sólo reproduciré una parte:
Cuadro
5: ¿Qué debe hacerse cuando los patrones no cumplen el convenio?, según
situación de ingenio
En los 1.ingenios “seguros” se entrevistaron:
a 130 obreros; en 2.ingenios “amenazados”: 87; y en 3.ingenios intervenidos:
92:
Hablar con
el gobierno: 1)22% 2)23% 3)39%
b Presionar a
patrones: 1)24% 2)27.5%
3)29%
c Hacer
huelga: 1)25% 2)24%
3)17%
d Tomar la
fábrica: 1)21% 2)18%
3)13%
e No
responde: 1)6% 2)7%
3)1%[28]
Del cuadro anterior se deduce que la opción a
“hacer algo”/”tomar alguna medida”, fuera de hablar con el gobierno (22%) es
muy alta, representando el 72% en los ingenios seguros. Luego esa opción activa
en los ingenios amenazados con el cierre, llega al 70%. Mientras que en los
ingenios intervenidos por el gobierno, disminuye significativamente la posibilidad
de acción, alcanzando al 59%.
En la nota 10 de página 87 de este trabajo, Sigal aclara: “Para
el análisis de los datos de las encuestas hemos categorizado tres tipos de
situación, para el mes de octubre de 1966: ingenios seguros, que
presentaban mayores garantías de seguridad y estabilidad económica (Concepción,
Cruz Alta, La Corona, La Fronterita, La Providencia, Leales, San Juan, San
Pablo, San Ramón, Santa Bárbara); ingenios amenazados, que se
encontraban en el momento de estudio, en condiciones económicas y financieras
que amenazaban su continuidad (Aguilares, Amalia, Los Ralos, Marapa, Mercedes,
Ñuñorco, San José[29],
Santa Lucía, Santa Rosa) y finalmente los ingenios intervenidos por el decreto
del 22 de agosto de 1966.[30]”
Afirma
más adelante en su trabajo, que su estudio comprende el mes de octubre del año
1966, por ello, es sintomático que no figure el tópico “ingenios cerrados”[31],
cuando ya se había establecido el decreto del ministro Dr. Jorge E. Salimei.
Comprendiendo su justificación teórica sobre
la construcción de su categorización de los ingenios tucumanos, se podría
realizar otra, en base a información que la misma autora especifica, sobre
conflictividad social en el mundo de los ingenios y que demuestraría que la
mayoría de las fábricas azucareras estaba atravesando situaciones de quebranto
o que adeudaba por diversos motivos salarios, aguinaldos a sus trabajadores.
Reconoce que no existe tranquilidad social en
la provincia, pero que los protagonistas de la agitación no son los
trabajadores de los ingenios intervenidos por el gobierno[32].
“Para el período analizado (agosto de
1966/septiembre de 1968) prácticamente no se registraron acciones colectivas de
envergadura. En todos los casos –salvo en Cruz Alta, donde existía un sindicato
paralelo y donde la filial de FOTIA obtiene la personería recién el 19.10.66.
En casi todos ellos se realizan asambleas y la central constituyen comités de
movilización entre enero y febrero de 1967. Fuera de ello, sólo puede anotarse:
en [Ingenio] La Providencia, el 8.12.66 un movimiento de fuerza por
preaviso a un dirigente, el 3.2.67 una asamblea por falta de pago de la retroactividad
y el aguinaldo y, por último, un paro de cuatro horas el 12.5.68 por atrasos en
los pagos y despidos. En [Ingenio] La Corona el 14.4.68, despido de 36
obreros del sector químico, seguidos de protestas del sindicato
correspondiente. En el [Ingenio] Leales, emplazamiento a la empresa por
despido de un obrero con 20 años de antigüedad el 9.9.66 y el repudio por la
detención del secretario del sindicato, liberado poco después, el 10.8.68. En
el Concepción, el ingenio más
importante por su capacidad de molienda y el número de personal, el sindicato
reclama el 17.7.66 por falta de trabajo para transitorios –‘maniobra
divisionista de la patronal’- y organiza una manifestación en el [Ingenio] Santa
Lucía y el violento episodio en el [Ingenio] Bella Vista, durante el
cual se produce un incidente con la policía. En el [Ingenio] San Juan,
que atraviesa un período de dificultades financieras, hay denuncias de la FOTIA
por atrasos en los pagosel 28.12.66 –que se solucionan dos días después
mediante un acuerdo con la empresa- y vuelven a plantearse problemas por el
despido sin indemnización de 32 trabajadores el 3.12.67. El conflicto más
importante, sin embargo, tiene lugar en una finca del Ingenio San Miguel[33]
donde por falta de pagos y despidos debe crearse una olla popular y los
trabajadores agrícolas ocupan pacíficamente la finca. Como en otros ingenios,
la movilización de junio y principios de julio de 1968 trae como consecuencia
la detención de trabajadores y del secretario del sindicato, que recupera casi
inmediatamente su libertad. Finalmente, en [los ingenios] Santa Bárbara,
Cruz Alta y La Fronterita no hemos detectado ningún tipo de
movilización; el sindicato de este último –junto con el del [Ingenio] San
Pablo-, declara no tener ningún tipo de problema gremial, realiza sí
presentaciones ante las autoridades el 11.7.66 y el 18.9.66, pero para
solicitar la revisión del cupo de molienda del ingenio.[34]”
En este “documento de trabajo”, establece
Silvia Sigal en ingenios con dificultades económicas, las características de
las medidas de fuerza y las tratativas que realizaron los trabajadores,
familiares y/o sus representantes sindicales ante esa difícil coyuntura:
Enfrentamientos por:
a atrasos en
los pagos
b cambios de
categoría del personal
c suspensiones ante signos
de futuro cierre
Modalidades de esos enfrentamientos:
a declaraciones
de repudio
b paros
c manifestaciones
violentas: “las tradicionales luchas azucareras”[35]
Terminados los incidentes en el Ingenio
Amalia, comenzaron las tratativas con el gobernador (27 de marzo), dirigentes
sindicales concurren al 5° Comando de Infantería y dejan un memorial (1° de
abril), solicitud de audiencia al presidente Onganía(5 de abril) y finaliza con
una misa el 30 de mayo[36].
Sigal continúa resumiendo los episodios los
episodios que considera más importantes:
“Aunque quizás no el más significativo, el
incidente de consecuencias más graves ocurrió, como en 1965, en el ingenio Bella
Vista. Segundo en Tucumán en número de personal ocupado, sus trabajadores
habían sido actores de los algunos movimientos más explosivos de la provincia
en los últimos años, y desde 1965 hasta 1968 el secretario del sindicato fué
secretario general de la FOTIA[37].
Intervenido en agosto, el 1° de noviembre [1966] el sindicato anuncia la futura
reapertura del ingenio, que se concretará el 28 de enero de 1967. En el
intermedio, y verosímilmente por una confusión proveniente del choque entre dos
grupos de afiliados, se produce una concentración de trabajadores frente a la
comisaría local para reclamar la libertad de uno de sus dirigentes
supuestamente detenido: el encuentro con las fuerzas policiales deja como saldo
varios heridos y un muerto. En el mes de marzo se plantea un nuevo movimiento
de fuerza opuesto al plan de racionalización de la empresa, el 18.11[1967] hay
un atentado contra la fábrica como reacción ante la falta de pagos y en abril
de 1968 se desata una nueva ola de conflictos que trae como consecuencia la
suspensión de delegados gremiales y una estrecha vigilancia policial que, en
los términos del cronista del diario local, hace del ingenio “un campo de
concentración”. A nuevos despidos responden con medidas más globales
–ausentismo escolar, cierre de comercios- y el día 29 la empresa suspende las
actividades hasta que se normalice la situación. Se organizan misas y
procesiones que derivan en manifestaciones de protesta y se programan actos con
delegados obreros, políticos y estudiantiles, que, a la inversa terminan en una
procesión.
En el [Ingenio] Santa Lucía, luego de
una serie de despidos y cambios de personal estable a transitorio, el sindicato
decide un paro e 16.12.66, asambleas que son prohibidas por la policía y el
4.1.67 –casi simultáneamente con el incidente en el Bella Vista- se
producen serios enfrentamientos con la policía durante una manifestación de
protesta y actos con la presencia de delegaciones de obreros portuarios y de
Luz y Fuerza de Buenos Aires. En el ingenio San Pablo, que hasta enero
de 1967 sólo tenía problemas en una finca, comienzan los despidos, y con ellos
la movilización que culmina en un paro el 5.7; luego de una misa, se organiza
una manifestación encabezada por el secretario del sindicato y el cura párroco
durante la cual se arrojan piedras a la casa de un jefe administrativo y las
oficinas de la fábrica ( y en particular la vivienda del jefe mecánico, a quien
se responsabiliza por las cesantías); hay destrozos y disparos e interviene la
policía. Como consecuencia son detenidos el secretario y el asesor legal del
sindicato y un grupo de obreros (el sacerdote estaba en retiro espiritual
cuando se imparte la orden de captura). En el [ingenio] Amalia, que se
encuentra constantemente amenazado de cierre, ya se había producido incidentes
el 21.1.67, cuando la policía había disuelto una asamblea; siguen las
tratativas y los conflictos durante todo el año y el 27.1.68 realizan un acto
relámpago en la ciudad de Tucumán, con participación estudiantil; el día 18.3
hay un encuentro con la policía cuando una manifestación desfila protestando
por la suspensión de actividades del ingenio con deudas a los trabajadores.
Debe señalarse, sin embargo, que los problemas gremiales conectados con
dificultades financieras y económicas de las empresas no generan
sistemáticamente este tipo de conductas. En cuatro ingenios, el Santa Rosa,
Aguilares, Ñuñorco y Marapa se mantiene una situación de
relativa pasividad. El caso de los dos últimos es fácilmente explicable por
tratarse de ingenios de propiedad oficial (Caja Nacional de Ahorro de la
Provincia[38]),
privatizados luego, con participación de obreros y cañeros en su dirección. Ni
uno ni otro habían adherido al paro de FOTIA de agosto de 1966 y el Ñuñorco
había sido expulsado de la FOTIA –es el único ingenio donde no hay adhesión al
paro nacional del 1.3.67 ni al paro general de 1968. Los problemas económicos
en estos dos ingenios se traducen en reclamos de financiamiento al gobierno y
se aceptan los despidos o suspensionesen razón de la difícil situación de la
empresa.[39]”
Una conclusión a estas alturas del trabajo de
Sigal sería, que le cupo la responsabilidad al gobierno nacional -con su plan
de racionalización económica- haber encarado un ataque frontal a la industria
azucarera tucumana, que provocó la destrucción de gran parte la estructura
económica y social azucarera. Nunca los empleos estatales llegaron a la
magnitud de demanda de mano de obra que representaba esta agroindustria, por
ello se produjo el abandono de los pueblos azucareros y una migración masiva
que golpeó a otras industrias derivadas. Además del redireccionamiento de miles
de familias de otras provincias que acudían todos los años a la zafra cañera.
Los costos sociales fueron muy graves, y se podría adelantar que si había
pobreza en algunas zonas de Tucumán, eso provocó la pauperización de miles
tucumanos. Y la emigración hacia villas-miseria de zafreros y trabajadores
azucareros permanentes, sobre todo de santiagueños[40].
En la zafra de 1967, por decisión patronal[41],
se hallan según esta socióloga, “todos los matices de las reacciones de
crisis”:
“En los ingenios San José y Los
Ralos estallan en enero de 1967 –y después- mientras se discute la suerte
económica de la empresa en el Banco de la Provincia y las perspectivas de
paralización son inminentes. [Hay] violentas manifestaciones. Éstas culminan en
pedreas contra las instalaciones de la fábrica, las viviendas de jefes
administrativos y la casa del propietario del ingenio, en un pueblo vecino. La
exasperación generada por el modo en que los dueños han manejado la situación
de las empresas, los despidos y la falta de pagos, no será seguramente ajena a
las escaladas de presión que llegarán frecuentemente a la toma de fábricas, que
se producen en las primeras empresas producto del Operativo Tucumán y que,
frecuentemente insolventes, enfrentarán a los trabajadores con las mismas
dificultades e inseguridades que antaño. (Los casos más típicos son los
conflictos, en 1969, en Maderera Lules y Textil Escalada).
En el San Ramón tendrán lugar los
sucesos más notorios de 1968 y 1969. Ya en 1967 –julio y agosto- los
trabajadores habían intentado impedir el traslado del trapiche al ingenio
Aguilares (de la misma firma) y bloquearon la salida de caña hasta la
intervención policial. La agitación se mantiene, acompañada por crisis internas
en el sindicato y declaraciones de repudio a la actitud de los trabajadores del
Aguilares, hasta que el 12.3.68 se anuncia el cierre definitivo. Se
oficia una misa y, durante la procesión se portan carteles con críticas a los
propietarios o con la simple y tradicional leyenda: “Tenemos hambre”. En 1969
tendrá lugar uno de los sucesos de mayor resonancia nacional, precedido por una
serie de incidentes, actos ante la falta de soluciones, etc., durante los que
hubo arengas, fogatas, etc. Poco tiempo después, mientras el Gobernador se
dirigía a Concepción, los trabajadores quisieron entrevistarlo, deteniendo el
convoy, la policía creyó aparentemente en un secuestro y el enfrentamiento dejó
como saldo 32 heridos. Al organizarse luego una marcha de los pobladores sobre
la capital, el Gobernador intentó un cambio de política y abrió el diálogo con
los trabajadores “sin limitaciones de temas ni tiempo”. Ya era demasiado tarde,
y en mayo y junio se producirían en Tucumán –como en Córdoba y Santa Fé- los
movimientos que llevarían, entre otras a la caída de gobernador Avellaneda. En
el Mercedes, propiedad de los Arrieta, -fuerte industrial azucarero del
Norte-, y sobre quien son mínimas las posibilidades de presión, no sólo de los
trabajadores sino del gobierno provincial mismo, a la amenaza de cierre sigue
el ofrecimiento de renunciar a beneficios sociales y de trabajar gratis como
esfuerzo desesperado para mantener el ingenio.[42]”
Este trabajo de Silvia Sigal -mecanografiado
en 1973- tiene una vitalidad que provoca la discusión permanente, de allí su
vigencia.[43]
Romain
Gaignard: “Azúcar y clases sociales en Tucumán”[44]
Este geógrafo francés estudió en Tucumán
durante el año 1961 todo lo relativo al cultivo de caña de azúcar y la producción de azúcar.
Evaluó críticamente las condiciones naturales en las cuales se desarrollaba
este cultivo industrial, repitiendo conceptos vertidos en otros trabajos sobre
la superioridad de los ingenios del Norte con respecto a los de medio tucumano
(tesis de Micele 1935) y razonamientos que conocían sobre todo los ingenieros
agrónomos. Son muy gráficas las imágenes que deja sobre el mundo del trabajo
rural azucarero.
“Ochenta mil hombres por lo menos, o sea
80.000 familias, viven directamente de la zafra. A los 50.000 cortadores hay
que agregar el personal de transporte y de servicio y los obreros de los
ingenios Alrededor del 20% de esta mano de obra es permanente y sedentaria.
Asegura el cultivo o trabaja en la fábrica durante el curso del año. Los otros,
particularmente los cortadores –peladores- son obreros temporarios venidos en
gran cantidad de los pueblos polvorientos perdidos en los altos valles del
oeste o del monte de Santiago del Estero. Los santiagueños, (…) [ofrecen] su
fuerza de trabajo, en invierno, a los plantadores [cañeros] de Tucumán, en
verano, a los estancieros de la pampa y a los viticultores de Mendoza. (…) En
el sur de la región azucarera, los plantadores van a buscar su mano de obra en
los valles interiores de Catamarca y de la vertiente occidental del Aconquija.”[45]
Gaignard señala que esta migración estacional
disminuyó de 15.000 a 20.000 familias.[46]
“A esta gente, acorralada en galpones o
acampando en los campos, la ley les concede casa y agua potable; ¿pero quién se
preocupa de eso? Los ingenios sólo disponen de alojamiento para los obreros
temporarios cerca de las fábricas, no en las plantaciones [fincas cañeras].
Además, numerosos santiagueños llevan a toda su familia, la cual participa en
la tarea y acrecienta el rendimiento teóricamente individual de los cortadores [peladores
de caña]. El niño santiagueño no va nunca a clase, en verano a causa de las
vacaciones, en invierno a causa de la zafra …[47]”
Estos peladores de caña que viven casi a la
intemperie, recibieron en el año 1962, con retraso los aumentos de salario, tal
el caso “(…) del 30% concedido al personal de los ingenios (comprendidos los
trabajadores de las plantaciones) a partir de julio no se extendió a la mano de
obra de los cañeros hasta el 21 de noviembre.[48]”
La inestabilidad económica de esta
agroindustria mostraba sus conflictos: en 1961 los ingenios pagaban con retraso
de dos años la zafra de 1959 con créditos del Banco de la Nación para el año
1960, después de haberse desarrollado huelgas durante un mes. En junio de 1962
los industriales deben a los cañeros millones de pesos por cosechas de 1959,
1960 y 1961. Y siguen endeudados con el mismo banco nacional.[49]
Gaignard estudia este “cultivo en crisis” en
donde existen conflictos entre todos los actores azucareros:
industriales-cañeros, industriales-obreros, cañeros-jornaleros. “Tucumán
se debate en una crisis social y económica permanente que asfixia poco a poco
la vida de la provincia, globalmente amenazada por el dinamismo de las nuevas
regiones azucareras, mejor situadas climatológicamente y cuyas estructuras
agrarias y sociales se han simplicificado[50]”
“(…) los 20.000 pequeños productores representan una capa social
empobrecida, endeudada, incapaz de iniciativa económica o agronómica.
Constituyen una masa de mano de obra siempre disponible para la Unión de
Cañeros [U.C.I.T.], controlada por los propietarios medianos.[51]
En este artículo también afirma que los
industriales azucareros “(…) a pesar –o a causa de su prodigioso endeudamiento
(…)” siguen obteniendo considerables divivendos, que parecen son reinvertidos
“(…) en negocios más rentables fuera de la provincia.” Invierten en compañías
de seguros, industrias alimenticias y mecánicas, negocios comerciales y
especulaciones inmobiliarias.[52]
Agrega que los grupos Tornquist (ingenios de
la C.A.T.) y Roberts (Ingenio La Corona) tienen múltiples negocios en la
República Argentina, dando pruebas del “drenaje de capitales fuera de Tucumán”.
La familia Nougués (ingenio San Pablo) es propietaria del ingenio Las Palmas en
el Chaco, de Abra S.A. en Salta (explotación azucarera y foresta), intereses en
la Cía.Sudamericana de Seguros Aconcagua. Con la Cía. de Navegación Pérez
Companc tiene negocios en la Patagonia y con los Menéndez Behety fuera de la
esa región[53].
Roberto
Pucci: Historia de la destrucción de una provincia. Tucumán 1966
Este libro habla poco de la conflictividad
social en el mundo del trabajo azucarero. Se centra en las acciones de la
provincia y de la nación durante la dictadura de Onganía (1966-1970) y que
llevaron a cabo un plan que condujo a la devastación de la provincia de
Tucumán. Es cómo el autor la califica “la novela política del azúcar”. El plan
de racionalización económica del Dr. Salimei, arrastró incluso a la propia
dirigencia de la FOTIA, debiendo renunciar a pesar de haber sido reelegido, su
secretario general Atilio Santillán, que continuó siendo secretario del ingenio
Bella Vista.
Pucci, relata muchas historias de civiles y
militares, que se convierten en los actores principales de esa tragedia que fue
el cierre de los ingenios.
Hasta el 22 de agosto de 1966, funcionaban en
la provincia 27 ingenios poseídos por las familias más tradicionales de Tucumán
y por holdings económicos argentinos y extranjeros:
“Los
Ralos y Santa Lucía (Avellaneda y Terán); Amalia (Griet); Aguilares y San Ramón
(Simón Padrós); San José (Frías Silva); San Juan y Cruz Alta (Paz Posse);
Concepción (Paz); San Pablo y La Providencia (Nougués). El ingenio La Corona
pertenecía a la banca Roberts, de capitales británicos; el Fronterita al grupo
Minetti, terratenientes y molineros del Litoral; y el ingenio Mercedes había
sido adquirido por Herminio Arrieta a principios de los ’60.[54]”
El autor titula como “hecatombe tucumana” y
“política de vaciamiento demográfico” el plan del ministro Salimei. Constatada
por estudios de población como el censo realizado por el gobernador Avellaneda
el 4 de diciembre de 1968, que arrojó un total de 758.499 habitantes, lo que
significaba 142.707 personas menos de lo que debían habitar el suelo de la
provincia norteña. Para el final de la década del 60’ entre 160.000 y 230.000
tucumanos habían emigrado. Esa sangría de población se aprecia directamente
comparando el censo poblacional de 1960 con el de 1970, registrando 773.000 y
765.900 habitantes respectivamente.[55]
Consideraciones
finales[56]
A lo largo del desarrollo de esta ponencia se
ha intentado mostrar la labor de investigadores sociales de diferentes
disciplinas. He seleccionado la voz de geógrafos, sociólogos rurales e
historiadores para construir un “estado de la cuestión” sobre la década del
60’, centrando las exposiciones de estos autores sobre el cierre de los
ingenios el 22 de agosto de 1966 y su impacto en la estructura agroindustrial
tucumana y en todo el mundo del trabajo rural azucarero. Queda pendiente para
los que se dedican a la demografía histórica el impacto que representó la
clausura de los 11 ingenios en la migración estacional de mano de obra de las
provincias limítrofes, en el período 1966-1970 (ver trabajos de Paolasso y
Osatinsky al respecto sobre Catamarca). Son muy útiles para entender el período
previo (1955-1966) el trabajo de Ana Josefina Centurión: “Sindicalismo y
política entre la resistencia y la radicalización. Los trabajadores de Tucumán
y sus organizaciones entre 1955 y 1966” presentado en la UNR en 2005; y con un
necesario contrapunto, el artículo de Ana Julia Ramírez: “Tucumán 1965-1969
movimiento azucarero y radicalización política, Nuevo Mundo Mundos Nuevos del
año 2008.
[1]
En el marco de decreto N° 16.926/66 que anunciaba proyectos de inversión para
“lograr una real expansión industrial y una profunda diversificación agraria”,
citado en Giarracca, Norma (coord.): Tucumanos y tucumanas. Zafra, trabajo,
migraciones e identidad, Bs. As., Editorial La Colmena, 2000, pág. 37.
[2]
Se recomienda un excelente estado de la cuestión acerca de la crisis en:
Alejandro Verón, “La crisis azucarera de los años 60’ en Argentina y su impacto
en la estructura productiva cañera”, ponencia presentada en VIII Congreso
Latinoamericano de Sociología Rural, Porto de Galinhas, 2010.
[3]
Este trabajo de carácter preliminar no profundizará la cuestión de los
minifundios cañeros ni analizará el material periodístico de la época, que si
se abordará en una próxima entrega. Se recomienda la lectura sobre este tópico
de otro texto clásico: Francisco Delich, Tierra y conciencia campesina en
Tucumán, Bs. As., Editorial Signos, 1970, que remite a la realidad social especialmente
del año 1965 y que luego fue completada
por estadías en Tucumán en 1966.
[4]
No es mi intención juzgar ideológicamente a los sociólogos del Centro de
Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella, sino valorar sus
aportes al conocimiento de aquella época.
[5]
Este artículo fue publicado en Revista Latinoamericana, N° 1, 1970, pp.
344-383.
[6]
Sobre los campesinos cañeros, para el período 1895-1930, escribe María Celia
Bravo; Daniel Campi hace tiempo que se dedica al estudio de los trabajadores
azucareros (1856-1930) y en los últimos años, se ha agregado Pedro García
Posse, que ha proseguido las indagaciones acerca del mundo del trabajo de la
caña de azúcar (1876-1930). Para los tiempos actuales especialmente a partir de
la década del 90’ ver las investigaciones de los sociólogos rurales de la
Facultad de Ciencias Sociales, UBA dirigidos por Norma Giarracca. No debemos
olvidar la producción del grupo de geógrafos e historiadores de la UNT que
dirigía Alfredo Bolsi desde el Instituto de Estudios Geográficos (UNT) y luego
desde CONICET-Tucumán.
[7]
Murmis, op. cit., pág. 345.
[8]
Op. cit., pág. 345. Si realiza un somero análisis de los otros sectores
azucareros: 1. Obreros de surco de cañero independiente; 2. Los cañeros
independientes y 3. Los dueños de los ingenios; op. cit. pp. 361-364.
[9]
Murmis, op. cit., pág. 352
[10]
Op. cit., pág. 357.
[11]
Op.cit. pp. 357-358. Murmis en nota 7, pág. 358: expresa que ese descenso se
debería al proceso de mecanización y a que varios ingenios vendieron sus tierras.
[12]
Op. cit., pág. 358. Datos que no concuerdan con los resultados de esta
investigación.
[13]
Murmis no profundizó sobre que la FOTIA había apoyado el golpe de Estado de
Onganía y ahora se abría una crisis interna de la misma organización obrera,
tema que se percibía de la lectura de los periódicos, sosteniendo críticamente
al Operativo Tucumán de “transformación productiva” que condujo a la mayor
crisis en la historia de Tucumán del siglo XX.
[14]
El autor no aclara qué medidas de acción directa realizaron los dirigentes de
FOTIA para mantener las fuentes de trabajo en el contexto del Onganiato, a
pesar de su apoyo crítico al Operativo Tucumán implantado desde el 22 de agosto
de 1966.
[15]
Op. cit., pág. 361.
[16]
Selva E. Santillán de Andrés: Esquemas de la estructura socio-económica de la
provincia de Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de
Geografía, UNT, Serie Monográfica N° 18, Tucumán, 1969.
[17]
Op. cit., pág. 9.
[18]
Ibidem, pág. 10.
[19] I bid. pp. 10-11.
[20] Op. cit. pág. 11. Analiza en
páginas posteriores la “morfología” cañera, estudiando brevemente suelos y
cantidad de lluvias en diferentes regiones de producción de caña de azúcar.
Propone que se cultiven 60.000 hectáreas de soja, maní: 50.000 hectáreas y
otros cultivos industriales. Además recomienda el funcionamiento de
cooperativas de producción y comercialización.
[21]
Silvia Sigal: “Acción obrera en una situación de crisis: Tucumán 1966-1968”,
Documento de Trabajo, Centro de Investigaciones Sociales, Instituto Torcuato Di
Tella, septiembre de 1973.
[22]
Op. cit. pág. 1.
[23]
Sigal, op. cit., pág. 16.
[24]
Ibidem. pág. 18.
[25]
Ibíd. pág. 19. Suscribo la opinión de Silvia Sigal sobre el caos social de
Tucumán entre los años 1965-1966, pero también en consonancia con el trabajo de
Ana Julia Ramírez, considero que el grado de movilización de los obreros
tucumanos excluídos por el cierre de ingenios (1966), y también otros sectores
de los pueblos azucareros para el período 1965-1968, junto a mecanismos de
acción directa desarrollados por los mismos trabajadores fue manifiesta. A su
vez se han sumado testimonios en diferentes libros sobre la labor de agitación
que emprendieron en aquellos años el FRIP en el medio azucarero, tema que sólo
se presentará porque requiere otra investigación bibliográfica y que olvida la
larga tradición resistencia y lucha de los peones del azúcar, sobre todo en
trasuntadas en autores como Daniel Campi (Tesis doctoral y artículos varios) y
el mismo autor de esta ponencia.
[26]
Murmis, op. cit., pp. 359-360.
[27]
Como Silvia Sigal aclara en la nota 1 de página 85, “Utilizaremos material periodístico y datos de entrevistas a 312
trabajadores de ingenio realizadas durante la zafra de 1966. Para un análisis
más extenso de estas últimas, cf. Sigal S., “Crisis y conciencia obrera: la
industria azucarera tucumana” en Revista Latinoamericana de Sociología, 1970,
1.
[28]
Sigal, op. cit., pág. 34.
[29]
María Josefina Pérez Pieroni, en ese entonces (2005), estudiante de Historia de
la UNT, presentó una monografía para aprobar la materia Metodología Histórica
(dirigida por Estela Noli): Las respuestas de los trabajadores de fábrica del
ingenio San José tras su cierre. Se lo solicité por mail, porque me llamaba la
atención la elección del tema, y la actual arqueóloga de la UNT, tuvo la deferencia
de remitírmelo. Sus relatos son muy vívidos en el punto: “Sectores de la
sociedad que apoyan este movimiento obrero”. Al manejar fuentes periodísticas
como La Gaceta y Noticias, permite una mejor visualización de los
movilizaciones de trabajores y sus apoyos en la sociedad local.
[30]
Ibídem pág. 87.
[31]
La autora en notas 14 y 19, continúa tratando su categorización de ingenios
seguros, amenazados e intervenidos, sin agregar los “cerrados”. El decreto del
22 de agosto de 1966 ordena el cierre de 11 ingenios aunque posteriormente
vuelven a la molienda: el Bella Vista, La Trinidad y La Florida entre 1966 y
1967.
Reconoce en la nota 14
(pág. 87) que tres ingenios no alcanzados por el decreto del Ministerio de
Economía: San José, Los Ralos y Mercedes cerraron. Según Páez de la Torre: el
decreto del 22 de agosto, el gobierno nacional dispone intervenir los ingenios
Bella Vista, Esperanza, La Florida, Lastenia, Santa Ana y San Antonio por su
alto endeudamiento, y en 120 días serían desmanteladas o adaptadas para actividades
no azucareras. La medida luego se extendió a los ingenios Mercedes, Los Ralos,
San José, San Ramón, Amaia y Santa Lucía. De estas 14 fábricas azucareras sólo
volvieron tres, por poco tiempo: Bella Vista, Los Ralos y San José: siendo
vendidas estas últimas dos, por sus propietarios, Carlos Páez de la Torre,
Tucumán. La Historia de Todos. A Gaceta, Tucumán, 2001, pp. 413-414.
[32]
Op. cit., pág. 39. Sobre esta afirmación tan categórica, la pasaría al rango de
afirmación hipotética. Cuestión que profundizaré en otro trabajo.
[33]
El Ingenio San Miguel en el departamento de Cruz Alta, de los hermanos
Bustamante, primero entró en cesación de pagos y luego fue cerrado en
1915.
[34]
Sigal, op. cit., pp. 40-41.
[35]
Op. cit., pág. 41
[36]
Op. cit. pág. 42
[37]
La FOTIA primero realizó tratativas con el gobierno de Onganía, pero luego
debió enfrentarlo, y la respuesta fue que le congelaron sus fondos y finalmente
se le retiró la personería jurídica.
[38]
Debería decir Caja Popular de Ahorro de la Provincia de Tucumán.
[39] Sigal,
op. cit. pp. 42-44.
[40]
El tema de las migraciones internas y la pobreza y miseria provocada por el
cierre de ingenios está estudiado por geógrafos e historiadores: Ariel Osatinsky, Pablo Paolasso, Tasso y
otros
[41]
Si bien es cierto que los dueños del San José (Frías Silva) y de Los Ralos
(Juan Manuel Avellaneda) decidieron vender sus fábricas azucareras, se debería
considerar, si lo hicieron para recibir compensaciones económicas por la
abultada deuda, que mantenían con los bancos provinciales en principio, o
porque decidieron desprenderse de sus ingenios por presiones del sector
político nacional afín a los intereses de los ingenios del Norte. Siendo una cuestión
a profundizar posteriormente.
[42]
Ibídem, pp. 48-49.
[43]
Se
podría seguir discutiendo la cuestión de: ¿la ruptura entre la dirección de la
FOTIA y las bases?, que como Sigal manifiesta: “estallan en respuestas (…) hasta la
resistencia violenta”. Y las divisiones
que se van produciendo en el interior de la organización obrera azucarera entre
trabajadores de fábrica y surco. Problemas que se tratarán en un próximo trabajo.
[44]
Romain Gaignard: “Azúcar y clases sociales en Tucumán”, (extraído de su
artículo: “Une spéculation tropicale en
crise: les plantations de canne a sucre de Tucumán”, en Cahiers
d’Outre-Mer, tomo XVII; Burdeos, 1964) en Di Tella, Torcuato S. , Estructuras
sindicales, Bs. As., Ediciones Nueva Visión, 1969. El autor aclara que este
artículo fue escrito en 1963, sobre la base de datos recogidos por él, en el
año 1961.
[45] Gaignard R., op.cit., pág. 88.
[46]
Se desconoce de dónde toma las cifras sobre cantidad de trabajadores que da el
geógrafo francés R. Gaignard.
[47]
Op. cit., pág. 89.
[48]
Ibídem, pág. 90.
[49]
Gaignard, pág. 91. La deuda con los cañeros ascendía a 50 millones en 1959, 300
millones en 1960 y 1.000 millones en 1961.
[50]
Op. cit., pág. 92. En la historia de los ingenios del Norte desde informes de
inspectores del Departamento Nacional del Trabajo hasta investigaciones más
modernas, se apreciará los agudos contrastes sociales que existían en distintas
épocas.
[51]
Ibídem, pág. 96.
[52]
Ibíd. pp. 97-99. Dentro de la historia de las empresas azucareras, habría que
indagar qué negocios tenían durante los años 1959-1970. Si los endeudamientos
con los bancos oficiales realmente obedecían a problemas de los ingenios con
sus costos agroindustriales que crecieron a partir de la llegada del peronismo,
o eran maniobras financieras de los industriales del azúcar (alcohol y otros productos).
[53]
Gaignard, op. cit. pág. 99.
[54]
Roberto Pucci: Historia de la destrucción de una provincia: Tucumán, 1966. 1ª.
edición, Bs. As., Ediciones del Pago Chico, 2007, pág. 89. Este libro merece un
tratamiento que supera la planificación de esta ponencia. Entonces, sólo me
he referido parcialmente a este trabajo. Recomiendo remitirse por ahora, al análisis crítico que realizó Gustavo Zarrilli (UNQ).
[55]
Op. cit., pág. 127. Seguir la cuestión de la despoblación de los pueblos
azucareros en pp. 127-138. En un próximo trabajo se abordará extensamente varias de las sugerentes hipótesis que ha presentado en su libro citado el historiador Roberto Pucci, con el que tuve la oportunidad de conversar en Tucumán.
[56]
Faltaría examinar otros trabajos por ejemplo el referido a la acción de los
sacerdotes tercermundistas (MSTM) en los
ingenios durante los conflictos azucareros, como es el de Iris Schkolnik; el
estudio técnico de Adolfo Canitrot-Juan Sommer que recopila críticamente un
abundante material bibliográfico y construye propuestas para el plan de
reconversión económica, luego de evaluar las aplicadas anteriormente, por ello,
este trabajo requiere un mayor análisis. He dejado para otra oportunidad el
libro sobre el ingenio Santa Ana elaborado por profesores y alumnos, que fue
coordinado por Eduardo Rosenzvaig; y los artículos sobre el cierre de las
fábricas azucareras de Oscar Pavetti (2001). Rosenzvaig dirigió asimismo, los
tres tomos de La Cepa, enciclopedia azucarera, proyecto que quedó trunco. Quedó
pendiente, el comentario sobre un trabajo clásico producido por el periodista
Juan Octavio Taire del año 1969.
Tampoco se ha tratado la
bibliografía sobre las acciones de la resistencia peronista a partir del año 1955,
ni la acción de los Uturuncos (1959), tampoco de los guerrilleros que fueron
detenidos el 19 septiembre de 1968 en las proximidades de Taco Ralo en el sur
tucumano, siendo uno de sus líderes Envar El Kadri, debido a que por ahora, no
entra dentro de mi plan de investigación.
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