“Tucumán en llamas. Exposición,
interpretación y debate sobre las modalidades y actos de resistencia de los
peones, en los ingenios azucareros y fincas cañeras, durante el período
1896-1917”[1]
Autor: Lic. Pedro García Posse UNLP
Palabras
claves: peones, resistencia, ingenios, industria azucarera, Tucumán
Abstract
“(…) fustigó á los patrones por su falta
de humanidad para con los obreros. Relató lo que pasa en algunos ingenios de
esta Provincia, donde el cepo y el látigo sirven como instrumentos de tortura.”
R.
P. Villalba, 1903
“(…) A los campesinos criollos (…)
¿Quién transformó las hermosas praderas de Tucumán en inmensos campos de azúcar
(…)” Constante Galletti, propagandista de la UGT, 1904
El
objetivo de este trabajo es exponer, describir y analizar acerca de las
diversas modalidades de resistencia y lucha social de los trabajadores de
fábrica y cerco cañero, en una provincia con especialización azucarera.
El
período de estudio que se tratará en ese artículo, será desde la derogación de
la ley de conchabos en 1896, hasta el año 1917, cuando llega a la gobernación
el partido radical, con ansias de regeneración social.
Este
trabajo pretende no sólo mostrar desde una postura crítica, las condiciones
materiales de vida y trabajo de los peones permanentes y zafreros, sino sus
diferentes reacciones ante los abusos del sector patronal. Su resistencia para
cambiar esta situación se dará en dos frentes: la fábrica y el surco,
produciéndose agitaciones que desestabilizarán el “controlado” mundo del
trabajo, en el complejo agro-industrial.
La
ciudad de San Miguel de Tucumán, se había embellecido por obra de las
administraciones conservadoras. Pero hacia el interior de la provincia,
inclusive en la misma capital, persistían “algunos” viejos usos y costumbres,
que chocaban con el ambiente de
“civilidad” de que hacía gala la élite tucumana. De allí que se produjo un
debate intenso en el seno de clase azucarera, sobre la necesidad o no de
mejorar las condiciones de los trabajadores; y ese tópico dividió profundamente
a esa clase social.
Para
algunos miembros de la dirigencia provincial la cuestión social, se había transformado en un estigma. Y esa
élite, fue muy sensible a las repercusiones de tal estado de cosas, en los
medios gráficos metropolitanos y locales. Desde el mismo Estado provincial, se
intentaba desde el punto de vista sanitario, morigerar algunos temas, como el
agua potable y la salud de los peones, pero eso, despertaba resistencias dentro
de la sacarocracia. Existiendo otros dueños de ingenios, que enrolados en el catolicismo
social, se preocupaban por cambiar las malas condiciones del obrero.
Durante
esas dos décadas, ausente una legislación laboral –abolida en 1896 la normativa
coercitiva-, los ingenios optaron por establecer reglamentos internos para regular
el trabajo en las fábricas. A su vez, en algunos municipios azucareros, se
empezaron a dictar ordenanzas municipales para llenar ese vacío legal[2];
pero habría que considerar si los ingenios, cumplían con esas disposiciones
locales. Mientras tanto, esa aristocracia, ponía obstáculos en tratar en la
Legislatura, proyectos de ley de mejoras sociales y reglamentar la ley nacional
para el mundo del trabajo de hombres, mujeres y niños, que se habían aprobado
en el Congreso, para el ámbito federal y los territorios nacionales. Además de
bloquear proyectos socialistas en el parlamento nacional sobre estos tópicos.
Otros
actores sociales, intervinieron en esta delicada cuestión que involucraba miles
de trabajadores del azúcar: un sector de la Iglesia católica, los militantes anarquistas y el sindicalismo socialista. Algunos funcionarios tucumanos y el caso
paradigmático de Juan Bialet-Massé –funcionario nacional-, dieron una visibilidad muy potente al tema social, para
cambiar esa grave situación socio-laboral. Existiendo casos de pauperización,
comprobables por estudios in situ de médicos sanitaristas provinciales y
nacionales.
Finalmente,
esta ponencia desea acercar respuestas, algunas de carácter hipotético y
controversial, para reflexionar sobre situaciones que marcaron a fuego el alma
del peón de ingenio y de cerco. Y que en una lucha desigual, peleó por su
dignidad, frente al desproporcionado poder de la aristocracia azucarera, que presentaba fisuras en diferentes aspectos.
Este
artículo, está basado principalmente en las lecturas del diario tucumano El
Orden, el periódico socialista La Vanguardia, en los diarios
metropolitanos La Prensa y La Nación y en la Revista Azucarera. Además de las
consultas de otras fuentes primarias, trabajos académicos y bibliografía
especializada.
Procedimientos gremiales y modalidades
de resistencia de los peones de ingenios y fincas cañeras
Debemos
establecer que la disolución de un régimen laboral coercitivo oprobioso como
fue la ley de conchabos en 1896, creó un vacío legal durante todos los
gobiernos conservadores de Tucumán[3].
Las leyes nacionales del trabajo no fueron reglamentadas por la Legislatura
tucumana, entonces las fábricas azucareras fijaron sus reglamentos y los
municipios lo hicieron a través de ordenanzas, “intentando” establecer una
supervisión y mecanismos de control sobre las mismas. Recién con la llegada de
la U.C.R. al gobierno provincial en 1917, se legisló sobre el mundo del
trabajo, reglamentando en 1918 la ley nacional de 1907.[4]
El
Congreso, fue el foro donde un grupo legisladores representantes y voceros de
la industria azucarera y los socialistas, se enfrentaron con extremo rigor.
Unos en contra de leyes que mejoraran las condiciones de trabajo de mujeres y
niños en las fábricas, y otros, principalmente los socialistas, que aparte de
tener una visión contra la protección de la industria, insistían en realizar cambios
profundos en materia laboral.
En
un trabajo anterior, expliqué
parcialmente las formas de resistencia de los peones azucareros[5]
y que Tucumán, se había convirtido en la principal tribuna acerca de la
cuestión social del norte argentino. Allí se enfrentaron para el período que nos ocupa distintos
actores ideológicos: católicos sociales, liberales, socialistas, anarquistas,
sindicalistas revolucionarios y otros. El propio Estado provincial, fue un
actor principal propiciando ciertas mejoras en el mundo del trabajo o
retardando sine dia las mismas.
Algunos
autores, como Eduardo Rosenzvaig[6],
establecen el año 1904 como el inicio de las huelgas azucareras. En realidad,
si nos remitimos a los trabajos de Daniel Campi[7]
y a la lectura detallada del diario El Orden, veremos que desde el año
1878, ya se producían manifestaciones de descontento de los peones. Y en los primeros años el siglo XX, existieron
conatos de huelga y diversas reacciones de los trabajadores hasta llegar a la
gran huelga de junio de 1904.
De
la lectura de los diarios El Orden y de La Vanguardia, se
desprende además de importante información sobre el mundo del trabajo, el
derrotero de varios propagandistas del Partido Socialista por las provincias
del norte, especialmente Tucumán y Santiago del Estero. Estos hombres,
realizaron una importante labor de difusión del ideario socialista y extensión
cultural de los derechos los trabajadores, En algunos casos, criticaron el
propio régimen laboral que se vivía en las usinas azucareras. Tales los casos,
de Galletti, Constante, Patroni, Rondani (diputado socialista italiano en 1904)
y otros. Estas giras de propaganda además de acercar a los dirigentes
socialistas a otras realidades, les permitieron adquirir experiencia para
intervenir en los conflictos sociales de 1904.
Me
pregunto: ¿si no se hubiese instalado Adrián Patroni en Tucumán en junio de
1904, en medio de esa importante agitación social que paralizaba la vida de los
ingenios, que hubiese pasado? Y a la vez, si el inspector nacional Juan
Bialet-Massé[8],
no hubiera estado en Tucumán, entre los meses de marzo-abril y
agosto-septiembre de ese mismo año, con sus célebres conferencias sobre la
necesidad de cambios en el mundo del trabajo azucarero[9],
qué hubiese ocurrido?
A
priori sostengo que estos dos hombres enfrentados política e ideológicamente,
decidieron estar en la provincia de Tucumán -del presidente Roca- con la finalidad de cambiar desde sus
respectivas posiciones, la miserable realidad del peón azucarero. De allí la
trascendencia de sus aportes.
Si
observamos de cerca la propia realidad de aquellos complejos agroindustriales,
salvo las huelgas de 1884, en general, sin organización de ninguna clase, el movimiento
social de resistencia hubiera logrado poco y nada. Quizás algún aumento en el
jornal, aunque los patrones hubiesen respondido como siempre, con represalias a
los obreros rebeldes y sus familias. Es un hecho, que existió la firme voluntad
de un grupo de socialistas y otros sin identificar su ideología –quizá
anarquistas- de fundar una sociedad de resistencia en el ingenio San Miguel. Terminó
con una salvaje represión policial, que produjo una conmoción de proporciones
en departamento de Cruz Alta. Pero, los trabajadores -la mayoría analfabetos- indignados
contra los actos bárbaros de la policía -al servicio de los señores Bustamente-
estaban en una encrucijada. Por ello, un grupo de socialistas del Centro Cosmopolita
de Trabajadores de la capital tucumana, solicitó ayuda a la Unión General de Trabajadores.
Y esa organización gremial de carácter, encargó a uno de sus principales
dirigentes: Adrián Patroni. Éste fue secundado principalmente allí, por el
tipógrafo Manuel F. Villarpando[10],
y por otros como Lizárraga, Arce, Amaro. La formación del gremialismo
azucarero, como se aprecia, se nutrió de personas ajenas al mundo rural
azucarero. Que se dedicaron a la tarea de organizar un movimiento social, con
un plan de lucha definido. Para ello, se implementaron una multitud de
estrategias de resistencia y acción gremial: asambleas, volantes, conferencias, utilización
del periodismo como arma de propaganda y denuncia social, entrega de pliego de
condiciones a los ingenios, creación de centros obreros socialistas, y la
realización de reuniones con industriales y autoridades políticas[11].
Entre
los mecanismos de acción directa, mencionaremos: huelgas, movilizaciones por
las calles de los fábricas azucareras, boicots, atentados y sabotajes.
Desconociéndose, hasta el momento la identidad ideológica de los que producían
daños materiales, e incendios en: fábricas, cañaverales, ranchos y negocios de los
industriales o de sus respectivos socios.
Los
propietarios de ingenios reaccionaron ante aquellas acciones obreras, con las siguientes
medidas: rechazo de demandas laborales, expulsión de sus “casitas” a los peones
y sus familias, desalojo de los lugares de reunión a los trabajadores,
encarcelamiento de los huelguistas y de sus líderes, -considerados como “agitadores
sociales”. La respuesta patronal llegó incluso hasta la violencia física: le
ordenaban a la policía la agresión física, prisión, el uso de barra en la
comisaría, y el uso de armas de fuego para reprimir los movimientos de agitación en los ingenios.
Lamentablemente
el espíritu de unión en la acción, que rigió para las jornadas de junio de
1904, no se pudo prolongar en el tiempo entre los conductores de ese
embrionario gremialismo azucarero. Se produjo el enfrentamiento entre el líder
local Villarpando, que quería realizar una alianza no programática con un
partido provincial y el Partido Socialista cuyo brazo gremial era la UGT
dirigida por Adrián Patroni, que no autorizaba esa autonomía política.
Debido
a la cooptación por parte de la élite tucumana hacia el naciente y peligroso
gremialismo agro-cañero, el cismo se profundizaba. Esta situación provocó que
UGT nacional enviara a Patroni a aquella provincia norteña, para investigar el
destino de la cuota social –aportantes-. Dando como resultado, que Villarpando
había malgastado ese dinero en gastos personales. Posteriormente, luego del
informe del delegado-interventor de la UGT al Partido Socialista, fue expulsado
Villarpando[12]. Posteriormente
éste creó una fracción de la UGT, sin representación gremial y centralizada en
el ingenio San Andrés de Cruz Alta. Esta acción, fracturó y debilitó ese
movimiento sindical, produciéndose grescas entre los seguidores de ambos
dirigentes.
Continuando
con la crónica del año 1905, observaremos un alto nivel de violencia en el
mundo rural azucarero. Distintas agitaciones de peones y huelgas, dos atentados
en los ingenios, varios hechos de sangre, “hambre de brazos” para el trabajo en
los complejos agroindustriales y represión policial en un centro obrero.
El
1° de mayo de 1905, Patroni se hallaba en Tucumán, para celebrar el día del
trabajo. El débil gobierno de Olmos, prohibió el mitin obrero en la Plaza
Alberdi de San Miguel de Tucumán. Entonces, éste dirigente gremial solicitó
garantías y fue autorizado a realizar ese acto. Hablaron Arce, Luis Amaro y A.
Patroni. La respuesta del gobierno fue exonerar al comisario que le había
concedido el permiso. Mientras, que el “civilizado” Pedro Alurralde
–administrador del ingenio Esperanza de Cruz Alta y presidente de la Sociedad
Sarmiento-, expulsó a los peones que habían concurrido a esa manifestación
pública[13].
Ese día en Villa Concepción, en el acto por el día del trabajo hablaron los
dirigentes Lizárraga y Ovejero[14].
Para
demostrar su poder gremial, el caudillo local Manuel F. Villarpando, dirigió
una segunda agitación social en los ingenios de Cruz Alta, en un doble desafío
contra los industriales y la UGT nacional. Esta medida de fuerza, provocó que
el gobernador Olmos implementara una
serie de acciones represivas: control policial en cada ingenio, trabar el
desarrollo de las asambleas obreras, desalojo de los centros obreros, amenazas
a dueños de las casas en donde funcionaban estos centros[15].
El resultado fue que industriales frente a la “escacez de brazos” en algunos
ingenios, solicitaron mano de obra a la Oficina Nacional del Trabajo[16].
Los
propietarios del ingenio de Bella Vista en Famaillá, redactaron un “reglamento
para los peones”, que fue transcripto entre los días 9-12 de octubre de 1905.
Entre los puntos principales se estableció: que los peones ganarán un sueldo de
50 pesos mensuales sin ración o de 40 pesos con ella; en tiempos de cosecha, se
harán por día dos turnos de 12 horas cada uno; derecho a una visita semanal; y
el establecimiento les dará los remedios necesarios para su curación o socorro
de $ 3 con ración o $ 5 sin ella[17].
En
una primera etapa, varios dirigentes, empezaron a organizar centros socialistas
en las usinas. Ya marginado el gremialista Villarpando, su área de influencia
quedó circunscripta a unas pocas fábricas del departamento de Cruz Alta.
Entonces, propongo que la visión en 1906 fue la de construir el gremialismo
azucarero desde los propios sindicatos, posición sostenida por los
sindicalistas revolucionarios[18].
No debemos olvidar, la disputa interna que se llevaba a cabo en el seno de la
UGT, entre los sindicalistas revolucionarios y los socialistas[19].
La
conflictividad social aumentaba en 1906, como se lee en el diario de la tarde.
A principios de ese año, incendiaron el ingenio San Pablo, también el tren que
conducía al interventor federal de Tucumán. Se produjeron casos de maltratos en
algunas fábricas azucareras. Se denunciaron peleas entre peones y actitudes de
la policía “brava” en la campaña tucumana.
La
paranoia industrial crecía a la par que el agitación en los ingenios. Los
industriales para desactivar la inminente paralización de los ingenios,
llamaron al Padre Grote (presidente de los Círculos de Centros Católicos), que
en sus discursos proclamaba lo perjudicial de las huelgas para los obreros.
La
UGT-Tucumán presentó un pliego de condiciones a los 12 ingenios de Cruz Alta,
que consistía en los siguientes reclamos salariales: a) salario mensual de 70
pesos en efectivo, en dos cuotas; b) 2,50 pesos por carrada de caña volteada y
c) 3 pesos por carrada de caña hachada, deshojada y cargada.
A
pesar de las reuniones de peones en la campaña, de importante concurrencia, nunca se alcanzó los niveles de la gran huelga
de 1904. Sólo tuvo un alcance importante esta huelga, en seis establecimientos
azucareros de la provincia. El gobernador Ing. Luis F. Nougués, organizó un
severo sistema de control policial en la zona de los ingenios, que arrojó
detenciones de peones y dirigentes socialistas.
A la
vez que en las medidas de resistencia, se observó una radicalización de los
trabajadores, sin poder esclarecer a qué movimiento ideológico pertenecían. Uno
de los actos más notables, fue la detención del tren que transportaba desde
Buenos Aires a los “crumiros” (rompehuelgas) extranjeros, cuando ingresaba a
Tucumán. Se incendiaron cañaverales de varios ingenios. El sabotaje que
ocasionó el incendio del ingenio San
Pablo de propiedad del gobernador Nougués, con importantes pérdidas materiales.
Allí se vivieron acciones de heroísmo de los peones en medio del fuego, que
resultaron con quemaduras y escenas de aflicción de sus mujeres que temían por
el trabajo. Se detuvo a 10 operarios responsables de ese turno. Las reacciones
de sector patronal se reflejaron en la novela de Mario Bravo, En el Surco[20]
(1929), sobre ese movimiento social de 1906.
La
UGT-Nacional creó el Comité Pro-presos, asesorado por un abogado, que se supone
que podría ser el político socialista Mario Bravo, cuya participación deja
constancia en su libro ya citado[21].
Esta
huelga, tuvo la entusiasta labor de este político, que dio conferencias en
siete centros socialistas de la campaña. Inclusive en el que había fundado en
el año 1903, ahora denominado Centro Carlos Marx en La Invernada, en el extremo
sur de la provincia.[22]
El gremialista socialista revolucionario Luis Lotito estuvo en Tucumán, durante
la gran huelga de 1906 y posteriormente publicó en el periódico socialista, donde
realizó una vívida descripción de las condiciones en las que vivían los peones
tucumanos y criticó el enorme poder de los potentados sobre esa masa
trabajadora, dentro de un sostenido lenguaje de tribuna.[23]
Al
año siguiente en 1907, se declararon algunos conatos de huelga, pero cesaron en
pocos días. Se podría afirmar que ése fue el réquiem del gremialismo azucarero,
debiéndose profundizar sobre las motivaciones de su desaparición como fuerza activa
de lucha social.
Posteriormente,
El Orden se dedicó a publicar actividades culturales de los socialistas
y accidentes de trabajo en las fábricas azucareras, sin olvidar otros tópicos
como ser las quejas de vecinos sobre la “policía brava” de la campaña y las
riñas entre trabajadores por efectos del alcohol. Continuando la disputa política
por la reglamentación del trabajo de mujeres y niños.
En
el año del primer centenario (1910)[24],
reapareció la preocupación sobre la vida en los ingenios, y los cambios que se
deberían implementar. La visita del célebre político G. Clemenceau, produjo
importantes consecuencias. Sus conferencias derivaron en las respuestas del
Padre Jesuita Boisdrón, de gran predicamento social sobre todo en la élite
tucumana. Y se siguieron publicando sobre accidentes de trabajo en los ingenios. El
inspector del Departamento Nacional del Trabajo publicó sus observaciones sobre
los obreros tucumanos, opiniones que preocuparon a los industriales.[25]
En
el año 1911, se realizó una fuerte crítica al estado sanitario de la provincia.
Se citaron enfermedades en los conventillos de la ciudad capital, como la
viruela. Llegando a la Argentina, el “caudillo socialista francés” Jean Jaurés.
Existían
en 1912 varias preocupaciones en Tucumán: el encarecimiento de la vida,
problemas por la cuestión de brazos en la “industria madre”. Hechos de sangre,
y por un crimen, el periodismo se ocupa de “describir el lugar en que viven
[los obreros]”. Accidentes de trenes y en ingenios. Gran preocupación por (la
alarmante) presencia del alcoholismo en la vida de los trabajadores.
Durante
1913, se publicaba sobre un atentado criminal en el ferrocarril que produjo el
descarrilamiento del tren para robar la mercadería. La prensa lo denominó como
casos de “apachismo”. Continuaron los accidentes en las usinas. Y se incendió
un vagón en la Estación Sunchales. Se presentó en el Congreso el proyecto del
diputado nacional Mario Bravo sobre reglamentación del trabajo en la industria
azucarera.[26]
En
1914 se producía la visita del diputado socialista el Dr. Nicolás Repetto, invitado al Ingenio San Pablo por los Nougués.
Repetto quería ver las famosas “rancherías”, pero su dueño se opuso y luego de
la cena lo llevó en su automóvil a San Miguel de Tucumán. Se siguieron
incendiando negocios, y se produjeron casos de sabotaje para provocar choque de
trenes. Moría el ex gobernador Lucas
Córdoba. Por primera vez, se publicaba un “manifiesto anarquista”. Se dió la
noticia del uso de barras a detenidos por el comisario de Río Chico. Otro
descarrilamiento de tren. Se encontró un cadáver en los cañaverales de los
Sres. Hileret[27] y
Cía. de Lules, es un árabe que fue asesinado de 46 puñaladas. Continuaron los
hechos de sangre en los ingenios. Robos de cadenas y bolsas de azúcar. Los problemas
que ocasionan la miseria en las calles. Y repercusiones por el homicidio de un
obrero a manos del administrador del ingenio, esto provocó la sublevación de
los trabajadores; posteriormente fue sobreseído por caso de defensa propia. Prosiguieron
los robos en el ferrocarril.
En
1915, se repitió el incendio de una proveeduría. La peonada quiso linchar al jardinero
español que asesinó a la Sra. Griet en el ingenio Amalia. Incendio de
cañaverales. Hallazgo de otro cadáver en un cañaveral. Problemas en el ingenio
San Miguel: movimiento de protesta. Preocupación de los industriales por el
proyecto socialista del Dr. Mario Bravo sobre reglamentación del trabajo, que
ya había sido presentado en el Congreso en 1913[28].
Accidentes de trabajo en los establecimientos azucareros. El estado de la “clase proletaria” al gobierno
provincial y la emigración de la mano de obra. Denuncia de malos tratos en un
ingenio, que provocó protesta de su dueño.
Robos de bolsas de azúcar en las usinas. Pelea campal de peones en una
colonia de ingenio. Incendio de campos. Riñas sangrientas entre peones. Daños
intencionales y actos de violencia. Muchos accidentes ferroviarios en Tucumán.
Llegó
el año 1916, mientras se preparaba la provincia para el primer centenario de la
independencia, se producían movimientos de colonos por el desastre de la caña.
Casos de denuncias de adulteración por “las balanzas del diablo” y hay inspectores
comprometidos. Casos de maltratos y
muertes violentas. Mientras que en un ingenio, se produjo la convocatoria a
acreedores. La pobreza de la molienda condujo a un desastre económico de
proporciones. Por este tópico, se reunieron los industriales con el gobernador
Padilla.
En
1917 se eligió gobernador al radical de la “fracción roja” Juan Bautista
Bascary. Su proyecto era mejorar la situación obrera, sobre todo en los dominios
azucareros. Esta pretensión chocará con la resistencia de los industriales.
Habrán tensiones e intervención política, que debilitarán y condicionarán en
gran medida su acción de gobierno.
La mirada de los extranjeros sobre las
condiciones de existencia y de trabajo en el mundo azucarero tucumano
En
la época del “primer centenario de la revolución de mayo”, arribaban a la
Argentina, dos visitantes, que fueron invitados por la élite azucarera a
visitar la provincia, tales los casos del político socialista Georges
Clemenceau y del periodista de Le Fígaro Jules Huret. Ellos plasmaron en
publicaciones sus observaciones sobre nuestro país. De hecho, lo que me
interesa destacar son sus respectivas observaciones sobre la calidad de vida de
los trabajadores del azúcar.[29]
En
el caso de Jules Huret, tuvo una mirada complaciente con la sacarocracia, sólo
trató brevemente como un caso pintoresco, la forma de vida de los peones. Muy
diferente fue la percepción de Georges Clemenceau, que demostró con sus críticas,
la real dimensión de la forma de vida de los peones del azúcar, mientras los
dueños de ingenios vivían en residencias de tipo europeo, a unas cuadras de la
miseria de éstos. Esos contrastes[30]
son bien marcados en sus impresiones.
Según Clemenceau: “vemos
delante de nosotros cinco o seis ranchos ruinosos donde prospera la abundante
descendencia de algunos cortadores de caña. (…) Por todas partes se ven
chiquillos, puercos, asnos y demás viviendo en familia. (…) Esas chozas construidas con restos encontrados
al azar (…) Unas tablas sobre caballetes es todo el mobiliario, (…) Un hornillo
al aire libre para cocinar (…) [Las chozas] son guaridas de refugio más que
viviendas propiamente dichas. (…) Según nuestras ideas de Europa, estas gentes
son miserables. (…) Nos será permitido imaginar para ellos (…) una mayor
remuneración (…) para su labor.”[31]
También en la recorrida por
el ingenio de Edmundo Hileret (Santa Ana), J. Huret señala: “(…) el propietario hace
construir algunas casillas de tierra, con tejado de latón o de paja. Entramos
en alguna de ellas. El suelo es de tierra dura y las paredes están cubiertas de
periódicos ilustrados y de simples anuncios. (…) Las camas son especies de
picotean las migajas de la comida. (…) Y el crepúsculo se les ve volver de las
plantaciones, con largas cañas al hombro, como aparejos de pescador, (…) cuyas
fibras mastican con deleite (…)”[32]
En
el primer centenario de la independencia argentina en el año 1916, el
geógrafo francés Pierre Denis, visitó
Argentina y publicó un interesante estudio sobre la industria azucarera
tucumana.[33]
En
ese mismo año el partido de la “regeneración social” se presentaba a
elecciones, luego del acuerdo Sáenz Peña-Yrigoyen que habilitó la reforma
electoral de 1912. Los conservadores y posiblemente los radicales “azules”[34],
sentían miedo y aversión a algunos legisladores radicales que tenían posiciones
extremas. La historiadora María Celia Bravo los calificó de “sovietistas”,
pretendían expropiar los ingenios de
industriales explotadores. Quizá ese “miedo social”, derivó en que un ingenio
tan poderoso como el de Santa Ana del departamento sureño de Río Chico,
perteneciente a la familia Hileret, reformara su establecimiento y mejorase las
condiciones de vida de sus trabajadores.
Con
esa finalidad contrataron en 1917 a médicos higienistas como el Dr. Honorio
Folquer, perteneciente al grupo del Dr. Paterson.
:” (…) la increíble paradoja de una miseria
extrema, revelada en las flacuras esqueléticas, en las máculas del desaseo y
los harapos que malcubrían los cuerpos macilentos, hipotróficos, anémicos y
fatigados de hombres y mujeres niños y ancianos de la población obrera, en
alarmante proporción”[35].
El
Dr. Folquer sugirió a las autoridades del ingenio Santa Ana, diferentes
acciones conducentes a mejorar la salud de los trabajadores azucareros. Por
ello se ocupó de la calidad alimentaria de los peones, para superar un cuadro
de miseria extrema. Trazaron un plan para mejorar la alimentación y la
vivienda. Y terminar con ese rancho de totora o malhoja, lleno de fauna
parásita. Además de proveerles a esa gente tan olvidada, ropa de mejor calidad,
y cambiar los hábitos de desaseo. Se
reemplazó el agua que venía del Río Chico –contaminado-, por la captada en el
Río Saltón, que proviene de las serranías, dándoles a aquellos peones por fin,
agua potable. Esta experiencia, se prolongó entre los años 1917-1922.[36]
A manera de colofón
He
intentado describir las condiciones materiales de los trabajadores del azúcar,
que estaban viviendo en condiciones, muchas veces miserables, en tierras de los
complejos agro-industriales. Los zafreros vivían en una condición precaria,
mientras que los obreros permanentes, se albergaban en casas de material, o en
pabellones. Fue muy difícil, cambiar esta inicua situación. Miles de peones con
sus familias, sobre todo santiagueños, arribaban para la época de zafra
(mayo-octubre) de cada año, y ese cuadro de miseria era mantenido por los
dueños de ingenios. Algunos industriales, enrolados en el catolicismo social
realizaron mejoras significativas, otros desde una posición filantrópica,
produjeron cambios positivos[37].
Pero un grupo propietarios de ingenios, se resistió a promover modificaciones
en la calidad de vida y de trabajo de los peones. Hubo que esperar al año 1917,
cuando los vientos de regeneración social llegaron a la provincia de Tucumán.

[1] Ponencia presentada en las IV
Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales,
celebradas en la ciudad de Buenos Aires los días 29-31 de octubre y 1°
noviembre de 2013. En el eje
temático: Historia Agraria y Agroindustrial (de comienzos del siglo XX a la
actualidad). Este trabajo es una revisión y ampliación de algunas
cuestiones tratadas en la ponencia presentada en las IV Jornadas Nacionales de
Historia Social. II Encuentro de la Red Internacional de Historia Social,
desarrollada en La Falda-Córdoba, entre los días 15 y 17 de mayo de 2013. Se
agradecen los valiosos comentarios del Dr. Gilbert en una mesa de carácter
interdisciplinario integrada por sociólogos, antropólogos, geógrafos e
historiadores.
[2] Confr. María Celia Bravo y
Vanesa Teitelbaum: “Socialistas
y católicos disputando el mundo de los trabajadores. Protesta, sociabilidad y
política en Tucumán (1895-1910), Bs. As., Entrepasados. Revista de Historia, N°
35, comienzos de 2009, pp. 67-87.
[3] Existieron intentos por
mejorar la calidad de vida de los trabajadores azucareros, tal la labor del
Consejo de Higiene provincial, que intentaba obligar a los dueños de ingenio, a
construir pozos de agua potable, con severas multas, para evitar que los peones
consuman agua contaminada de los canales, tal las disposiciones del año 1900. A
su vez, el gobernador Lucas Córdoba, en septiembre de 1904, ya finalizada la
masiva huelga de peones del azúcar, propició el dictado de una ley laboral. El
tema fundamental era, la firme resistencia de los industriales a aplicar
cualquier ley o disposición que limitara su poder autocrático.
[4] reglamentación provincial de la ley nacional de accidentes de trabajo y creación del Departamento Provincila del Trabajo, y otras medidas del gobernador Juan Bautista Bascary que provocaron la inquina de la clase azucarera.
[5] Pedro García Posse: “Los
cañaverales en llamas. Exposición, interpretación y debate sobre las
modalidades de resistencia de los peones del azúcar, en los ingenios tucumanos,
1896-1917”. Aunque debo aclarar, que por
cuestiones de espacio, sólo profundicé el período 1896-1907.
[7] Daniel Campi, ver sobre todo su tesis doctoral ya citada y entre otros
trabajos: “Captación forzada de mano de obra …” ibíd.., especialmente el cuadro
de conflictos para el período 1880-1890.
[8] Juan Bialet Massé: Informe sobre el estado de la clase obrera en el
interior de la república (1904), Hyspamérica, Bs. As., tomos I-II 1986. Y
recomiendo leer el artículo de Daniel Campi: “Bialet-Massé y los trabajadores
de azúcar” en A cien años del informe de Bialet-Massé”, op. cit., pp. 175-190 y
fotografía de Villarpando dando una conferencia en Los Garcías, página 287.
[9] Juan Bialet-Massé desarrolló con sus conferencias sobre el proyecto de
legislación laboral, perteneciente al grupo de J. V. González, un debate
directo con los propios dueños de las fábricas azucareras sobre la necesidad de
mejorar la vida y el trabajo de los peones. Como se puede comprobar de la
lectura de su Informe, vivió un tiempo en Tucumán, conoció y citó la
obra de varios autores tucumanos que analizaron la realidad social del
trabajador urbano y rural. Criticó acerbadamente al sector patronal por las
condiciones de sus trabajadores, los intimó a cambios necesarios. E incitó a
los trabajadores de ingenio a hacer huelgas para cambiar tan injusta situación,
como si fuese un sindicalista o un político crítico. De allí su competencia con
el gremialista Adrián Patroni y el enaltecimiento de otro luchador del campo
azucarero, tal el caso de Manuel F. Villarpando, que colaboró en forma estrecha
con Patroni. Haciendo justicia sobre la huelga de junio de 1904, en las últimas
páginas de su célebre Informe, Bialet-Massé reconoce la labor ímproba de
Patroni que evitó acciones de violencia de los peones y los condujo a ciertas mejoras gremiales y a
desterrar abusos de los industriales azucareros.
[10] Manuel F. Villarpando: pocos datos existen de su vida. Según el
investigador tucumano Manuel Galván era de origen boliviano, afirmación no
contrastada con documentación . Por la lectura del diario El Orden,
figura como secretario del Centro Cosmopolita de San Miguel de Tucumán,
secretario de la Unión de Tipógrafos de Tucumán y escribió varios artículos
periodísticos.
[11] Esta joven UGT en
Tucumán, el 27 de junio de 1904, firmó un acta acuerdo en la Casa de Gobierno
provincial. El industrial Alfredo Guzmán representó a los once ingenios de Cruz
Alta, Adrián Patroni delegado de la UGT en representación de los peones, y el gobernador
Lucas Córdoba actuó como garante de ese convenio. Y se acordó lo siguiente: a)
aceptar las condiciones de la ley nacional de trabajo, en la parte pertinente a
los “consejos de conciliación”, a fin de dar solución al conflicto; b) se fijó
como sueldo de los obreros el mínimo de 43 pesos mensuales, sin ración,
pagaderos a billetes de manera quincenal, importando un aumento de 9 pesos; c)
desde mañana (28 de junio) se reanudará el trabajo en Cruz Alta; d) Esta
solución se espera que la “aceptarán los industriales” del resto de la
provincia. Citado por La Prensa: 28.06.1904, pág 6; 30.07.1904, pág. 6 y
1.07.1904, pág. 6. Posteriormente, el conflicto social se extendió por los
departamentos del sur tucumano; y la mayoría de los propietarios se avinieron
al cumplimiento del convenio: La Prensa, 1.07.1904, pág. 6.
[12] La expulsión de
Villarpando se encuentra citada en El Orden: 19.12.1905, y también en el
artículo de María Celia Bravo y Vanesa E. Teitelbaum: op. Cit., pág. 82.
[15] A. Patroni denuncia esta situación al diputado nacional socialista Dr.
Alfredo Palacios. Citado en La Vanguardia: 8.07.1905, pág. 2
[17] Reglamento para peones
del Ingenio Bella Vista, con
comentarios del Daniel Campi, Estudios del Trabajo, N° 26, julio-diciembre
2003, pp. 105-109; como aclara Campi, en el reglamento de 1910, se abandona la
práctica del “socorro”.
[18] El sindicalista revolucionario Luis Lotito, estuvo en Tucumán durante
la Huelga de junio de 1906, y dejó su opinión al respecto en el periódico Acción
Socialista, entre los números 57-62, correspondientes los meses de
diciembre de 1907 a marzo de 1908. Ver en Hemeroteca del Congreso Nacional,
rollo 18.
[19] El debate interno dentro del socialismo, lo dieron los militantes
sindicalistas (socialistas revolucionarios), después de varias asambleas de
alto nivel de discusión, fueron invitados a irse del partido socialista.
[20] Mario Bravo: fue un poeta, escritor y político socialista tucumano que
militaba en la Capital Federal. Su novela “testimonial” En el surco publicada
en 1929 por la editorial La Vanguardia, reflejó la gran huelga de 1906 en la
que estuvo presente. Sus argumentaciones en el Congreso de 1913 y 1915 para
reglamentar el trabajo en la industria azucarera han despertado polémicas tanto
en aquella época como en algunos trabajos de historiadores tucumanos. Su
posición frontal y general contra la explotación de los trabajadores por parte
de la fábricas azucareras, presenta fisuras, cuestión muy interesante y que se
profundizará en un próximo trabajo.
[21] El personaje central de su novela En el surco fue Rosendo
Montoya, y Mario Bravo relata que lo visitó en su calidad de abogado, en el
viejo Cabildo donde se encontraba detenido
este militante azucarero, acusado del incendio de los cañaverales en un
ingenio de Cruz Alta. Aunque Montoya le endilgó esta acción al capataz llamado
Vinchuca.
[22] Mario Bravo dio conferencias en: Centro Unión del Ingenio San Andrés
(C.A.T.), Centro Constancia del ingenio Lastenia (C.A.T.) ,Centro Progreso en
El Talar (antigua Casa Baigorri), Centro Firmeza del Ingenio San Miguel, Centro
Libertad en Ranchillos, Centro Vanguardia en Famaillá y Centro Carlos Marx (no
tenía nombre) que había fundado el propio Bravo en La Invernada de Graneros.
Citado por La Vanguardia: 21.06.1906, pág. 2. Sección Interior.
[23] Las ideas de Luis Lotito, sobre el conflicto de 1906, figura en: Luis
Lotito, “El proletariado tucumano a comienzos del siglo” en: Torcuato Di Tella
(comp.), Sindicatos como los de antes …, Bs. As., Editorial Biblos-Fundación
Simón Rodríguez, 1993, pp. 21-36. Y en el artículo que sigue, escrito por
Graciela Climent y Ana Mendes Diz: “La industria azucarera y los comienzos del
movimiento obrero en Tucumán”, pp. 37-48, reproduce errores conceptuales, ya
profusamente criticados en el caso de los trabajos de Eduardo Rosenzvaig, sobre
todo, iniciando la lucha obrera azucarera con la huelga de junio de 1904.
[24] Acerca de la dimensión de la mano de obra azucarera permanente y transitoria,
ver cuadro en página 19.
[25] El
inspector del Departamento Nacional del Trabajo Dr. Federico Figueroa, estuvo
en Tucumán en el año 1909 fuera de la época de zafra y su informe provocó la
ira de los industriales tucumanos. Debemos recordar que los dueños de ingenios
se negaban a permitir que las autoridades nacionales inspeccionaran sus
dominios en el período de zafra: el Dr. Juan Bialet-Massé (1904) le permitieron
ingresar a pocas usinas y Juan Alsina (1905) para escribir su informe, debió ir
fuera de los meses de zafra; habría que
verificar revisando las fichas originales qué sucedió al respecto, cuando se realizó
el Censo Nacional de 1914. La intromisión de las autoridades nacionales fue
resistida por los industriales. El inspector Figueroa (1909) criticaba en su
informe: las largas y extenuantes jornadas de trabajo que era entre 12 a 13
horas y durante la cosecha hasta 14 horas, la exigua remuneración, la mala
salud del obrero, que no se respeta el descanso dominical en los meses de
zafra, se ignora la Ley N° 5291 en cuanto al trabajo de mujeres y niños en los
ingenios, siendo las jornadas de trabajo iguales para todos los trabajadores. La
dimensión de la mano de obra en el medio azucarero tucumano alcanza los 60.000
brazos. A pesar de que en los ingenios están instaladas escuelas costeadas por
el Estado o por los patrones, el niño trabaja en las tareas agrícolas junto a
su padre en esas largas jornadas, y la mayoría por ello, no asiste a la escuela.
Calculaba Figueroa que el 70 % de los trabajadores son analfabetos. Critica
también la presencia del alcoholismo, la falta de moralidad y poca higiene en
el obrero. La constante es un desaseo general en las viviendas, el agua usada
en el lavado de ropa se vuelca frente a las mismas, viven en “absoluta
comunidad” padres, hijos y animales domésticos. El ingenio Concepción estableció:
“(la) ´desinfección semanal de las
viviendas (…) con una solución de ´acaroíana y bicloruro´ ”. Condena al
bolichero que explota a estos trabajadores, que estaba instalado dentro del
ingenio. Extraído del: Boletín del Departamento Nacional del Trabajo, marzo de
1910, N° 12. Los industriales publicaron el artículo: “Los obreros de la
industria azucarera en Tucumán. Informe de un comisionado”, en donde se
condenaba las apreciaciones parciales del Dr. Figueroa, ver: La Revista
Azucarera, 1910, N° 89, pp. 85-86.
[26] El diputado socialista Dr. Mario Bravo presentó en 1913 en el Congreso,
un proyecto de ley: “ Reglamentación del trabajo en la industria azucarera”, que
fue muy resistido por los legisladores/representantes de los ingenios
tucumanos. Congreso Nacional, Diario de
Sesiones de la Cámara de Diputados, año 1913, Sesiones Ordinarias, Bs As.,
Talleres Gráficos J. L. Rosso, 1913, tomo III,
sesión del 26 de septiembre de 1913, pp. 543-559. Establece: jornada máxima
de 8 horas, exceptuando el período de zafra que podrá extenderse a 10 horas, no
pudiendo sobrepasar las 60 horas semanales. Los obreros tendrán derecho a un
reposo continuo de 24 horas por cada 48 horas de trabajo, el trabajo realizado
entre las 6 de la tarde y las 6 de la mañana deberá ser remunerado el doble del
trabajo diurno; rigen para la industria azucarera todas las disposiciones de la
ley nacional que reglamenta el trabajo de mujeres y niños, su violación será
pasible de multa de 500 a 1.000 $ a primera vez y la reiteración de la infracción
a ley será punible a una prisión de 1 a
3 meses; el Departamento Nacional del Trabajo vigilará su cumplimiento (pág. 543).
[27] El francés Clodomiro Hileret trabajó en el ferrocarril y luego se
instaló en Tucumán. El primer ingenio que estableció con su socio Rodrigué fue
en los bosques de Lules. Posteriormente en 1875 se instaló en Río Chico
fundando su imperio económico alrededor de la moderna usina azucarera Santa
Ana. Hileret y su familia fuera de lo histórico, están marcados por la
permanencia de un mito sobre su riqueza relacionado con un ser diabólico como
el Familiar. Según dicho relato, el dueño es decir Clodomiro, hizo un pacto con
el diablo. Un diabólico perro negro sería el guardián de dicho contrato. Todos
los años deberán sacrificar una víctima. El Familiar permanece en los lugares
oscuros y aparece de noche. El mito ha sufrido transformaciones con el
transcurrir del tiempo. Los cañaverales realmente se han tragado a muchos
peones, y hay noticias en el diario El Orden de cadáveres que han
aparecido en esos lugares y desapariciones de épocas posteriores … Las historias se siguen narrando en la
región azucarera tucumana, conformando el folklore del noroeste argentino. Para
ampliar este tema se recomienda ver los
artículos de las filósofas: María Eugenia Valentié, De Mitos y Ritos, Facultad
de Filosofía y Letras, UNT, Tucumán, 1998, pp. 174-176; 183-185 y 206-211; Griselda Barale, “Santa Ana, un paraíso
infernal”, en: Santa Ana, un modelo de cultura rural, Instituto Universitario
de Artes Plásticas, Aguilares, Facultad de Artes, UNT, 1992, pp. 67-74; y los relatos de Octavio Cejas que reflejan el
imaginario colectivo: Del Tukma mágico, Ediciones del Rectorado, UNT, 2001, pp.
21-44.
[28] En 1915 el legislador socialista Mario Bravo reiteró su proyecto de
1913 sobre reglamentación del trabajo en la industria azucarera. Agregaba la cuestión
de los derechos de los trabajadores del azúcar en su calidad de ocupantes serían
considerados como “inquilinos”, comprendidos en el Código Civil. Lo expuso en los
artículos 5°, 6° y 7°. En: Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara
de Diputados, 1915, tomo II, sesión del 6 de agosto de 1915, principalmente pp.
499-501 y en las siguientes reitera la argumentación de 1913.
[29] En las IX Jornadas
Nacionales y I Internacionales de Investigación y Debate: “Territorios.
Migraciones, Identidades en un mundo rural heterogéneo y de cambios”,
organizado por la UNQ el año 2012 sobre
el aporte de los franceses a nuestra cultura y civilización, se presentaron
numerosos trabajos al respecto. Y se
generó un interesante e intenso debate, propiciado por este autor sobre la
situación de las clases trabajadoras en los ingenios franceses o de esa
procedencia, que se ubicaron principalmente en el sur tucumano.
[30] Recomiendo la lectura de Daniel Campi “Los ingenios del Norte: un
mundo de contrastes”, Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina
Plural: 1870-1930, Taurus, Bs. As., 1999, pp. 188-221. Donde la explicación
acerca de la forma de vida de la clase propietaria con respecto a sus
trabajadores, está graficada por
fotografías de época, que dan un sostenimiento a tan contrastante sociabilidad
dentro del mundo rural azucarero.
[31] Impresiones de Georges Clemenceau cuando visita el
Ingenio Santa Ana en Río Chico, Tucumán, de propiedad de Edmundo Hileret.
Aclaro, que decidí ex profeso alterar el orden de las oraciones, para facilitar
el relato. Citado en: G. Clemenceau, La Argentina del Centenario, Bs. As.
Universidad Nacional de Quilmes, 2002, principalmente pp. 160-164. Se
recomienda ver el breve capítulo sobre Tucumán en las páginas 159-171.
[32] Jules Huret: De Buenos
Aires al Gran Chaco, Bs. As., Hyspamérica, 1988, tomo I, pág. 214. Este
periodista francés se involucra interesadamente en la batería argumentativa que
manejaban los industriales tucumanos. Se recomienda ver en esta reedición,
desde la página 184, cuando comienza la descripción de Tucumán. Y que visitó
esta provincia en el año 1909.
[33] Pierre Denis: “Tucumán y
el azúcar” en: Daniel Campi (comp.), Estudios sobre la historia de la industria
azucarera argentina, Tucumán, UNJU-UNT, 1992, vol. II, pp. 13-30. Denis comete
errores conceptuales, al afirmar que Tucumán no pasó por la fase artesanal.
[34] Pedro León Cornet, cañero, se presentó en 1913 representando al
radicalismo contra el candidato conservador
Ernesto E. Padilla, éste gana la gobernación de Tucumán. Posteriormente
fundó la UCR “Azul” sector aristocrático del partido radical enfrentado al
bascarysmo. En 1918 refundó el Centro Cañero. Generalmente este sector político
se alió con los conservadores contra el gobernador Bascary.
[35]
Dr. Honorio Folquer: “Un antecedente de medicina social”, Cátedra de Higiene y
Medicina Social, UNT, evocada 40 años después de la tarea realizada en el
ingenio Santa Ana de Río Chico, entre los años 1917-1922, página 200. La
situación de los peones en los ingenios franceses, lo trato específicamente en
mi trabajo: “Franceses, ingenios y trabajadores en el mundo rural azucarero, Tucumán
1876-1917” presentado en las IX JORNADAS “DESDE LA GENERACIÓN DEL CENTENARIO
HACIA LA HISTORIA INTEGRAL DEL NOROESTE ARGENTINO, 1900-1950”, organizadas por
el Centro Cultural Alberto Rougés-Fundación
Lillo, en San Miguel de Tucumán los días 4 y 5 de octubre de 2012.
[36] Ver: ponencia ya citada de Pedro García Posse: “Franceses, ingenios y
trabajadores en el mundo rural azucarero, Tucumán 1876-1917”, ibídem,
específicamente sobre el ingenio Santa Ana de Hileret, pp. 10-12 y 21-23.
[37] Siguiendo el excelente trabajo
ya citado de Daniel Campi: “Contrastes …”, se profundizará en un próximo trabajo,
acerca de los cambios y permanencias en
la condición social del trabajador azucarero de fábrica y cerco, para el
epicentro tucumano en el período 1896-1930. La resistencia de los peones es el
emergente de un conflicto social en el universo laboral en los complejos agrocañeros.

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