miércoles, 24 de diciembre de 2014

Cierre de los ingenios en Tucumán

VII Jornadas de Historia Reciente, organizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, a realizarse en la ciudad de La Plata los días 6-8 de agosto de 2014.-

Eje temático: Mundo del trabajo y procesos económicos
Título: Un estado de la cuestión acerca del “Industricidio” en (de) Tucumán y su impacto en el mundo del trabajo rural azucarero entre los años 1966 y 1970 (Primer avance)
Autor: Lic. Pedro García Posse
Pertenencia institucional: FAHCE-UNLP


Abstract

1966. Año muy significativo en la historia argentina. Los militares retornaron al poder, y derrocaron a una débil, condicionada y restringida democracia. La libertad de nuevo sojuzgaba a esa primavera política. Otra vez la recurrente costumbre de ir a los cuarteles para derribar presidentes. Pero, el peronismo que apoyó el golpe caería prisionero de sus propias acciones (y contradicciones) políticas.


1966. Tucumán es golpeado en forma despiadada, por la decisión de la dictadura de Onganía de cerrar los ingenios y cambiar la estructura agraria.[1] El Plan de Reconversión Económica desató la mayor crisis de la historia en esa provincia norteña[2].

Este plan del ministro Salimei, produjo un verdadero tsunami socio-económico en la monocultura azucarera en la cual giraba gran parte de la sociedad de Tucumán: trabajadores de Santiago de Estero, La Rioja y Catamarca y otros actores sociales. También golpeó al minifundio cañero del cual vivían más de 20.000 familias.
Los ingenios pequeños, endeudados” e ineficientes (tecnológicamente) fueron cerrados y sus trabajadores pasaron a ser ex empleados.
Los pueblos azucareros que vivían principalmente de ingenio más cercano, o a unas cuadras del centro comercial, quedaron casi quedan desiertos.
La FOTIA entró también en crisis, por la lucha sindical entre los incluídos y excluídos en el rediseño industrial.
Los pequeños cañeros se dividieron entre los cupificados (poseedores de más de 3 hectáreas) y los no-cupificados (los que poseían un fundo mayor, podrían tener caña)
La debacle provincial fue total.

Una vez presentados algunos de los resultados de las decisiones del gobierno de Onganía, es necesario replantearse algunas cuestiones que nos permitirán tener un anclaje o debatir sobre diferentes momentos críticos de la historia azucarera tucumana:
a      ¿La crisis de la agroindustria azucarera se debe al decreto de Salimei de 1966?
b       ¿La crisis azucarera se produjo por la superproducción del año 1965?
c   ¿La crisis estaba presente desde los gobiernos provinciales de Gelsi y Barbieri (presidencias de Frondizi e Illia respectivamente)?
d      ¿La responsabilidad de la crisis la tuvo el golpe militar de 1955?
e      El Estado de bienestar de Perón que brindó sustanciales al trabajador azucarero -pero que chocó con una FOTIA rebelde- había incrementado en demasía los costos agroindustriales de los ingenios (sobre todo beneficios sociales) y eso redundó en sus graves problemas económicos y financieros …
f    ¿La originalidad y debilidad endémica de Tucumán se debía a la presencia de más de 20.000 cañeros independientes la mayoría minifundistas (cultura campesina), y eso impedía una más eficiente industria?
g   ¿El plan de Salimei era para beneficiar a los ingenios más modernos y productivos del Norte (Salta y Jujuy)?

El objetivo de esta ponencia es intentar responder a algunos de estos planteos, a través del análisis de los principales trabajos realizados por investigadores sociales desde el año 1960 y la relectura de los diarios de época tanto de Tucumán como metropolitanos[3]. Este estado de la cuestión es la primera parte de un trabajo de larga duración. Es un tema apasionante. Los historiadores decidieron abocarse a ese tema, recién a mediados de la década del 80’. Veinte años después que sociólogos rurales y otros especialistas, habían trazado (dejado) su surco, en ensayos y publicaciones académicas. En este primer abordaje se hará foco en los años 1966-1968 cuando la dictadura quiso (intentó) bajar la cortina sobre Tucumán.


Los primeros que trataron la problemática socio-económica de Tucumán, fueron los sociólogos del Instituto Torcuato Di Tella (ITDT)[4], los geógrafos de la Universidad Nacional de Tucumán y el investigador francés Romain Gaignard. Estos investigadores sociales trabajaron, observando y estudiando una agroindustria azucarera que manifestaba problemas complejos. Y ese el tema de esta ponencia.

Miguel Murmis, “Monoproducción agroindustrial, crisis y clase obrera: la industria azucarera tucumana”[5]

Existe una amplia y desigual historiografía sobre la industria azucarera en el epicentro tucumano, específicamente sobre el mundo del trabajo.[6] Este artículo fue terminado en el mes de abril de 1969 y constaba de tres partes. La primera la escribió Miguel Murmis, la segunda Carlos Waisman; y la tercera parte, Silvia Sigal siendo publicada en el siguiente número de la Revista Latinoamericana de Sociología, N° 2, 1971.
“Tucumán nos muestra cómo la pobreza  la marginalidad (…)” son parte del mismo proceso de desarrollo. La crisis de la industria azucarera no permitió la diversificación ni mejoró la calidad de su numerosa fuerza de trabajo, según Murmis. Él ha elegido el año 1965, cuando: “la industria vive una crisis aguda, aplastada por la superproducción, que se suma a sus viejos problemas y los trabajadores deben enfrentarse con cierres de fábrica y disminuciones de la superficie sembrada.”[7]
El objetivo del trabajo de Miguel Murmis es estudiar solamente el sector asalariado que depende de los ingenios, constituido por cuatro clases de trabajadores: fabriles, agrícolas, estables y estacionales. Habiendo en Tucumán 27 ingenios (1965) y sólo 8 cumplían con el requisito de eficiencia fabril que variaban entre 86 y 91, mientras en el Norte donde había 5 fábricas todas cumplían esos requisitos[8].
El personal de los ingenios tucumanos en el año 1966 era el siguiente: fábrica permanente: 5.500; fábrica transitorio: 12.300; surco permanente: 3.300; surco transitorio: 9.700; total: 30.800.[9]
Sin mencionar a la FOTIA, a la que caracteriza como: “una organización obrera común, tradicionalmente de marcada militancia”, tema que retomará más adelante. Ahora va a analizar el efecto de la crisis sobre el mercado de trabajo: “corte fundamental en la vida obrera tucumana de hoy, el corte entre obreros de ingenios cerrados y obreros de ingenios abiertos, diferenciados éstos a su vez según trabajen en ingenios “amenazados” o “seguros”. “(…) Los cierres de ingenios han representado una fuertísima contracción del mercado de trabajo. (…) [que] sólo agudiza una situación que ya había comenzado a dar hace tiempo”[10].
Como se muestra en este trabajo: la expansión laboral en las fábricas tucumanas, saltaron de 5.800 obreros en 1943 a 20.800 en 1948. En cambio entre los trabajadores del surco fue menor: de 16.600 se pasó a 22.000. Mientras que los obreros de ingenio se mantuvieron alrededor de 20.000 puestos de trabajo hasta el año 1955; los ocupados en el surco disminuyeron de 22.000 en 1948 disminuyeron a 12.900 en 1966[11].
Entonces, el proceso de contracción de mano de obra, produciría el desplazamiento de obreros por procesos de mecanización y reorganización de fábrica. Produciéndose en el año 1968 el uso más generalizado de la cosechadora mecánica y eso acentuó la no contratación de trabajadores agrícolas.
No se puede soslayar que: “(…) la causa fundamental de contracción del mercado de trabajo es el cierre de los ingenios. (…) en 1966 se cerraron 7 ingenios y en la zafra de 1968, otros dos ingenios anunciaron que no participarían de la de 1969”[12].
La respuesta de la FOTIA,[13] ante la “crisis endémica” que envolvía el desenvolvimiento de esta agroindustria obligó a que se moviera en dos direcciones: “la salvaguardia de la industria en tanto fuente de trabajo, con la consiguiente presión a favor de créditos destinados a mantener las fábricas en funcionamiento y pagar los sueldos, y el reclamo de soluciones transformadoras de la industria y la región[14].
Sobre los trabajadores transitorios, no existiendo cifras confiables, Murmis estima para el año 1966: 8.000 permanentes y 42.000 transitorios, provenientes cercanos al 35 % de las provincias vecinas (principalmente Santiago del Estero, luego Catamarca y La Rioja)[15].

Selva E. Santillán de Andrés: Esquemas de la estructura socio-económica de la provincia de Tucumán[16]

Esta geógrafa de la Universidad Nacional de Tucumán, realiza una síntesis valiosa de la realidad social azucarera de la provincia, en un complicado contexto político.
Establece que: “la grave situación que se había planteado antes de este hecho [el cierre de los Ingenios], concretamente hacia el año 1964, en que la situación se había vuelto difícil en el sector azucarero a consecuencia de los atrasos de pagos de sueldos y jornales a los trabajadores, quienes atravesaban por una situación precaria con la consecuente incidencia en la mortalidad infantil, que nuevamente acusaba altos índices, en el analfabetismo y en la deserción escolar.” También produjo un impacto negativo en la economía de la provincia. “(…) basta observar el aspecto desolador de las fábricas cerradas, sin el empuje vital que implantaba a sus respectivas áreas de influencia”[17].  
Santillán de Andrés sigue reflejando sus observaciones directas: “Los testimonios visibles son más evidentes, no en esa quietud fantasmal, sino en las viviendas de los obreros azucareros que se han construido alrededor de la fábrica y que hoy en un 90%  se encuentran cerradas; o en aquellos refugios precarios construídos ‘con malhoja’ de la caña de azúcar, que formaban parte del paisaje azucarero en la época de la cosecha y que hoy en plena área cañera es difícil encontrar (…).”[18] Santillán de Andrés cuenta como se ha modificado el paisaje azucarero, la casi ausencia de trabajadores transhumantes, salvo en áreas marginales de la provincia.
 Esta geógrafa critica la manipulación de la cifra de desocupados por parte de la Dirección de Estadística, concretamente dice: “(…) oficialmente sólo figuran alrededor de 40.000 desocupados a consecuencia [del cierre de ingenios], (…) es una cifra que no corresponde a la realidad (…) de la actividad azucarera. También han decrecido las migraciones por falta de demanda de mano de obra, sumada a la desocupación de la población activa de Tucumán. Los tucumanos desocupados fueron a vivir en villas de emergencia alrededor de la capital tucumana. Otros han emigrado hacia otras provincias, calculándose ese éxodo en 160.000 personas, procedentes la mayor parte del área cañera; “y el resto (…) a morir a la sombra de la chimenea del Ingenio”[19].  
A fines de 1968, la tasa de desocupación de Tucumán fue estimada en 13,54%. “Dentro del personal permanente correspondió un 62,2% a obreros del surco; el 32,8% a obreros de Ingenio y 4,8% a obreros de otras industrias; en el personal transitorio un 80% ha afectado a los obreros del surco y un 20% a obreros de Ingenios.”[20] Cuando en el nivel general de desocupación de la Argentina era de 4,5%.

Silvia Sigal: “Acción obrera en una situación de crisis: Tucumán 1966-1968”[21]

La socióloga Silvia Sigal, señala lo siguiente: “Durante mucho tiempo, y particularmente entre los años 1964 y 1968, la provincia de Tucumán constituyó el ‘polvorín de la República’, amenaza social y ejemplo de irracionalidad económica para la derecha y esperanza para la izquierda opuesta a la institucionalización del movimiento sindical.”[22]
 El objetivo de su trabajo es el estudio de “conductas e ideologías en un contexto específico: los trabajadores azucareros de la provincia de Tucumán en el período clave de 1966-1968”. Cómo una situación modela el comportamiento obrero.
Repite el concepto ya desarrollado en otros trabajos, por ejemplo en la tesis doctoral de Micele (1935), sobre la superioridad de productividad de los ingenios del Norte (Salta y Jujuy). Indica que los ingenios del Norte, fueron beneficiados por la política azucarera desde 1955[23] y se promueve desde el Estado nacional seguir en la misma línea.
La zafra récord de 1965, situó en un grave problema a la provincia, porque se produjo 1.200.000 Tn., de las cuales sólo 800.000 Tn podían ser absorbidas por el mercado interno. Además se sumó que existían atrasos en los pagos a trabajadores y cañeros azucareros, y que el gobierno de Lázaro Barbieri estaba casi en cesación de pagos, por la “sideral” deuda de los industriales. “Abril, mayo y junio de 1966 son meses convulsionados por huelgas [de varios gremios estatales], y por un paro de la FOTIA en el mes de mayo”. Se produjeron incidentes en varios ingenios con víctimas tal el caso de la revuelta en el ingenio de Bella Vista (Famaillá) en diciembre de 1965[24].
El caos social de los años 1965-1966 en Tucumán y específicamente en el mundo azucarero, se adelantó por varios años al Cordobazo de 1969[25].
Sigal está de acuerdo con las conclusiones de Miguel Murmis: “[que] el gobierno y la clase dominante quiere hacer algo en Tucumán donde hay peligro de ‘conmoción social”[26]. Y sostiene que: “(...) la tradición de lucha y la existencia de una fuerte organización sindical [FOTIA] explican sin duda la ‘visibilidad social’ del problema azucarero.
El trabajo de la socióloga Silvia Sigal se basa en las entrevistas a trabajadores[27], sólo reproduciré una parte:
Cuadro 5: ¿Qué debe hacerse cuando los patrones no cumplen el convenio?, según situación de ingenio
En los 1.ingenios “seguros” se entrevistaron: a 130 obreros; en 2.ingenios “amenazados”: 87; y en 3.ingenios intervenidos: 92:
           Hablar con el gobierno: 1)22%    2)23%    3)39%
b         Presionar a patrones:   1)24%    2)27.5%  3)29%
c         Hacer huelga:              1)25%    2)24%     3)17%
d         Tomar la fábrica:          1)21%    2)18%     3)13%
e          No responde:               1)6%      2)7%       3)1%[28]
Del cuadro anterior se deduce que la opción a “hacer algo”/”tomar alguna medida”, fuera de hablar con el gobierno (22%) es muy alta, representando el 72% en los ingenios seguros. Luego esa opción activa en los ingenios amenazados con el cierre, llega al 70%. Mientras que en los ingenios intervenidos por el gobierno, disminuye significativamente la posibilidad de acción, alcanzando al 59%.
En la nota 10 de página 87 de este trabajo, Sigal aclara: “Para el análisis de los datos de las encuestas hemos categorizado tres tipos de situación, para el mes de octubre de 1966: ingenios seguros, que presentaban mayores garantías de seguridad y estabilidad económica (Concepción, Cruz Alta, La Corona, La Fronterita, La Providencia, Leales, San Juan, San Pablo, San Ramón, Santa Bárbara); ingenios amenazados, que se encontraban en el momento de estudio, en condiciones económicas y financieras que amenazaban su continuidad (Aguilares, Amalia, Los Ralos, Marapa, Mercedes, Ñuñorco, San José[29], Santa Lucía, Santa Rosa) y finalmente los ingenios intervenidos por el decreto del 22 de agosto de 1966.[30]
 Afirma más adelante en su trabajo, que su estudio comprende el mes de octubre del año 1966, por ello, es sintomático que no figure el tópico “ingenios cerrados”[31], cuando ya se había establecido el decreto del ministro Dr. Jorge E. Salimei.  
Comprendiendo su justificación teórica sobre la construcción de su categorización de los ingenios tucumanos, se podría realizar otra, en base a información que la misma autora especifica, sobre conflictividad social en el mundo de los ingenios y que demuestraría que la mayoría de las fábricas azucareras estaba atravesando situaciones de quebranto o que adeudaba por diversos motivos salarios, aguinaldos a sus trabajadores.
Reconoce que no existe tranquilidad social en la provincia, pero que los protagonistas de la agitación no son los trabajadores de los ingenios intervenidos por el gobierno[32].
“Para el período analizado (agosto de 1966/septiembre de 1968) prácticamente no se registraron acciones colectivas de envergadura. En todos los casos –salvo en Cruz Alta, donde existía un sindicato paralelo y donde la filial de FOTIA obtiene la personería recién el 19.10.66. En casi todos ellos se realizan asambleas y la central constituyen comités de movilización entre enero y febrero de 1967. Fuera de ello, sólo puede anotarse: en [Ingenio] La Providencia, el 8.12.66 un movimiento de fuerza por preaviso a un dirigente, el 3.2.67 una asamblea por falta de pago de la retroactividad y el aguinaldo y, por último, un paro de cuatro horas el 12.5.68 por atrasos en los pagos y despidos. En [Ingenio] La Corona el 14.4.68, despido de 36 obreros del sector químico, seguidos de protestas del sindicato correspondiente. En el [Ingenio] Leales, emplazamiento a la empresa por despido de un obrero con 20 años de antigüedad el 9.9.66 y el repudio por la detención del secretario del sindicato, liberado poco después, el 10.8.68. En el  Concepción, el ingenio más importante por su capacidad de molienda y el número de personal, el sindicato reclama el 17.7.66 por falta de trabajo para transitorios –‘maniobra divisionista de la patronal’- y organiza una manifestación en el [Ingenio] Santa Lucía y el violento episodio en el [Ingenio] Bella Vista, durante el cual se produce un incidente con la policía. En el [Ingenio] San Juan, que atraviesa un período de dificultades financieras, hay denuncias de la FOTIA por atrasos en los pagosel 28.12.66 –que se solucionan dos días después mediante un acuerdo con la empresa- y vuelven a plantearse problemas por el despido sin indemnización de 32 trabajadores el 3.12.67. El conflicto más importante, sin embargo, tiene lugar en una finca del Ingenio San Miguel[33] donde por falta de pagos y despidos debe crearse una olla popular y los trabajadores agrícolas ocupan pacíficamente la finca. Como en otros ingenios, la movilización de junio y principios de julio de 1968 trae como consecuencia la detención de trabajadores y del secretario del sindicato, que recupera casi inmediatamente su libertad. Finalmente, en [los ingenios] Santa Bárbara, Cruz Alta y La Fronterita no hemos detectado ningún tipo de movilización; el sindicato de este último –junto con el del [Ingenio] San Pablo-, declara no tener ningún tipo de problema gremial, realiza sí presentaciones ante las autoridades el 11.7.66 y el 18.9.66, pero para solicitar la revisión del cupo de molienda del ingenio.[34]
En este “documento de trabajo”, establece Silvia Sigal en ingenios con dificultades económicas, las características de las medidas de fuerza y las tratativas que realizaron los trabajadores, familiares y/o sus representantes sindicales ante esa difícil coyuntura:
Enfrentamientos por:
a   atrasos en los pagos
b  cambios de categoría del personal
c  suspensiones  ante signos de futuro cierre 
  Modalidades de esos enfrentamientos:
a   declaraciones de repudio
b    paros
c   manifestaciones violentas: “las tradicionales luchas azucareras”[35]
Terminados los incidentes en el Ingenio Amalia, comenzaron las tratativas con el gobernador (27 de marzo), dirigentes sindicales concurren al 5° Comando de Infantería y dejan un memorial (1° de abril), solicitud de audiencia al presidente Onganía(5 de abril) y finaliza con una misa el 30 de mayo[36].
Sigal continúa resumiendo los episodios los episodios que considera más importantes:
“Aunque quizás no el más significativo, el incidente de consecuencias más graves ocurrió, como en 1965, en el ingenio Bella Vista. Segundo en Tucumán en número de personal ocupado, sus trabajadores habían sido actores de los algunos movimientos más explosivos de la provincia en los últimos años, y desde 1965 hasta 1968 el secretario del sindicato fué secretario general de la FOTIA[37]. Intervenido en agosto, el 1° de noviembre [1966] el sindicato anuncia la futura reapertura del ingenio, que se concretará el 28 de enero de 1967. En el intermedio, y verosímilmente por una confusión proveniente del choque entre dos grupos de afiliados, se produce una concentración de trabajadores frente a la comisaría local para reclamar la libertad de uno de sus dirigentes supuestamente detenido: el encuentro con las fuerzas policiales deja como saldo varios heridos y un muerto. En el mes de marzo se plantea un nuevo movimiento de fuerza opuesto al plan de racionalización de la empresa, el 18.11[1967] hay un atentado contra la fábrica como reacción ante la falta de pagos y en abril de 1968 se desata una nueva ola de conflictos que trae como consecuencia la suspensión de delegados gremiales y una estrecha vigilancia policial que, en los términos del cronista del diario local, hace del ingenio “un campo de concentración”. A nuevos despidos responden con medidas más globales –ausentismo escolar, cierre de comercios- y el día 29 la empresa suspende las actividades hasta que se normalice la situación. Se organizan misas y procesiones que derivan en manifestaciones de protesta y se programan actos con delegados obreros, políticos y estudiantiles, que, a la inversa terminan en una procesión.
En el [Ingenio] Santa Lucía, luego de una serie de despidos y cambios de personal estable a transitorio, el sindicato decide un paro e 16.12.66, asambleas que son prohibidas por la policía y el 4.1.67 –casi simultáneamente con el incidente en el Bella Vista- se producen serios enfrentamientos con la policía durante una manifestación de protesta y actos con la presencia de delegaciones de obreros portuarios y de Luz y Fuerza de Buenos Aires. En el ingenio San Pablo, que hasta enero de 1967 sólo tenía problemas en una finca, comienzan los despidos, y con ellos la movilización que culmina en un paro el 5.7; luego de una misa, se organiza una manifestación encabezada por el secretario del sindicato y el cura párroco durante la cual se arrojan piedras a la casa de un jefe administrativo y las oficinas de la fábrica ( y en particular la vivienda del jefe mecánico, a quien se responsabiliza por las cesantías); hay destrozos y disparos e interviene la policía. Como consecuencia son detenidos el secretario y el asesor legal del sindicato y un grupo de obreros (el sacerdote estaba en retiro espiritual cuando se imparte la orden de captura). En el [ingenio] Amalia, que se encuentra constantemente amenazado de cierre, ya se había producido incidentes el 21.1.67, cuando la policía había disuelto una asamblea; siguen las tratativas y los conflictos durante todo el año y el 27.1.68 realizan un acto relámpago en la ciudad de Tucumán, con participación estudiantil; el día 18.3 hay un encuentro con la policía cuando una manifestación desfila protestando por la suspensión de actividades del ingenio con deudas a los trabajadores. Debe señalarse, sin embargo, que los problemas gremiales conectados con dificultades financieras y económicas de las empresas no generan sistemáticamente este tipo de conductas. En cuatro ingenios, el Santa Rosa, Aguilares, Ñuñorco y Marapa se mantiene una situación de relativa pasividad. El caso de los dos últimos es fácilmente explicable por tratarse de ingenios de propiedad oficial (Caja Nacional de Ahorro de la Provincia[38]), privatizados luego, con participación de obreros y cañeros en su dirección. Ni uno ni otro habían adherido al paro de FOTIA de agosto de 1966 y el Ñuñorco había sido expulsado de la FOTIA –es el único ingenio donde no hay adhesión al paro nacional del 1.3.67 ni al paro general de 1968. Los problemas económicos en estos dos ingenios se traducen en reclamos de financiamiento al gobierno y se aceptan los despidos o suspensionesen razón de la difícil situación de la empresa.[39]
Una conclusión a estas alturas del trabajo de Sigal sería, que le cupo la responsabilidad al gobierno nacional -con su plan de racionalización económica- haber encarado un ataque frontal a la industria azucarera tucumana, que provocó la destrucción de gran parte la estructura económica y social azucarera. Nunca los empleos estatales llegaron a la magnitud de demanda de mano de obra que representaba esta agroindustria, por ello se produjo el abandono de los pueblos azucareros y una migración masiva que golpeó a otras industrias derivadas. Además del redireccionamiento de miles de familias de otras provincias que acudían todos los años a la zafra cañera. Los costos sociales fueron muy graves, y se podría adelantar que si había pobreza en algunas zonas de Tucumán, eso provocó la pauperización de miles tucumanos. Y la emigración hacia villas-miseria de zafreros y trabajadores azucareros permanentes, sobre todo de santiagueños[40].  
En la zafra de 1967, por decisión patronal[41], se hallan según esta socióloga, “todos los matices de las reacciones de crisis”:
“En los ingenios San José y Los Ralos estallan en enero de 1967 –y después- mientras se discute la suerte económica de la empresa en el Banco de la Provincia y las perspectivas de paralización son inminentes. [Hay] violentas manifestaciones. Éstas culminan en pedreas contra las instalaciones de la fábrica, las viviendas de jefes administrativos y la casa del propietario del ingenio, en un pueblo vecino. La exasperación generada por el modo en que los dueños han manejado la situación de las empresas, los despidos y la falta de pagos, no será seguramente ajena a las escaladas de presión que llegarán frecuentemente a la toma de fábricas, que se producen en las primeras empresas producto del Operativo Tucumán y que, frecuentemente insolventes, enfrentarán a los trabajadores con las mismas dificultades e inseguridades que antaño. (Los casos más típicos son los conflictos, en 1969, en Maderera Lules y Textil Escalada).
En el San Ramón tendrán lugar los sucesos más notorios de 1968 y 1969. Ya en 1967 –julio y agosto- los trabajadores habían intentado impedir el traslado del trapiche al ingenio Aguilares (de la misma firma) y bloquearon la salida de caña hasta la intervención policial. La agitación se mantiene, acompañada por crisis internas en el sindicato y declaraciones de repudio a la actitud de los trabajadores del Aguilares, hasta que el 12.3.68 se anuncia el cierre definitivo. Se oficia una misa y, durante la procesión se portan carteles con críticas a los propietarios o con la simple y tradicional leyenda: “Tenemos hambre”. En 1969 tendrá lugar uno de los sucesos de mayor resonancia nacional, precedido por una serie de incidentes, actos ante la falta de soluciones, etc., durante los que hubo arengas, fogatas, etc. Poco tiempo después, mientras el Gobernador se dirigía a Concepción, los trabajadores quisieron entrevistarlo, deteniendo el convoy, la policía creyó aparentemente en un secuestro y el enfrentamiento dejó como saldo 32 heridos. Al organizarse luego una marcha de los pobladores sobre la capital, el Gobernador intentó un cambio de política y abrió el diálogo con los trabajadores “sin limitaciones de temas ni tiempo”. Ya era demasiado tarde, y en mayo y junio se producirían en Tucumán –como en Córdoba y Santa Fé- los movimientos que llevarían, entre otras a la caída de gobernador Avellaneda. En el Mercedes, propiedad de los Arrieta, -fuerte industrial azucarero del Norte-, y sobre quien son mínimas las posibilidades de presión, no sólo de los trabajadores sino del gobierno provincial mismo, a la amenaza de cierre sigue el ofrecimiento de renunciar a beneficios sociales y de trabajar gratis como esfuerzo desesperado para mantener el ingenio.[42]
Este trabajo de Silvia Sigal -mecanografiado en 1973- tiene una vitalidad que provoca la discusión permanente, de allí su vigencia.[43]

Romain Gaignard: “Azúcar y clases sociales en Tucumán”[44]
Este geógrafo francés estudió en Tucumán durante el año 1961 todo lo relativo al cultivo de  caña de azúcar y la producción de azúcar. Evaluó críticamente las condiciones naturales en las cuales se desarrollaba este cultivo industrial, repitiendo conceptos vertidos en otros trabajos sobre la superioridad de los ingenios del Norte con respecto a los de medio tucumano (tesis de Micele 1935) y razonamientos que conocían sobre todo los ingenieros agrónomos. Son muy gráficas las imágenes que deja sobre el mundo del trabajo rural azucarero.
“Ochenta mil hombres por lo menos, o sea 80.000 familias, viven directamente de la zafra. A los 50.000 cortadores hay que agregar el personal de transporte y de servicio y los obreros de los ingenios Alrededor del 20% de esta mano de obra es permanente y sedentaria. Asegura el cultivo o trabaja en la fábrica durante el curso del año. Los otros, particularmente los cortadores –peladores- son obreros temporarios venidos en gran cantidad de los pueblos polvorientos perdidos en los altos valles del oeste o del monte de Santiago del Estero. Los santiagueños, (…) [ofrecen] su fuerza de trabajo, en invierno, a los plantadores [cañeros] de Tucumán, en verano, a los estancieros de la pampa y a los viticultores de Mendoza. (…) En el sur de la región azucarera, los plantadores van a buscar su mano de obra en los valles interiores de Catamarca y de la vertiente occidental del Aconquija.”[45]
Gaignard señala que esta migración estacional disminuyó de 15.000 a 20.000 familias.[46]
“A esta gente, acorralada en galpones o acampando en los campos, la ley les concede casa y agua potable; ¿pero quién se preocupa de eso? Los ingenios sólo disponen de alojamiento para los obreros temporarios cerca de las fábricas, no en las plantaciones [fincas cañeras]. Además, numerosos santiagueños llevan a toda su familia, la cual participa en la tarea y acrecienta el rendimiento teóricamente individual de los cortadores [peladores de caña]. El niño santiagueño no va nunca a clase, en verano a causa de las vacaciones, en invierno a causa de la zafra …[47]
Estos peladores de caña que viven casi a la intemperie, recibieron en el año 1962, con retraso los aumentos de salario, tal el caso “(…) del 30% concedido al personal de los ingenios (comprendidos los trabajadores de las plantaciones) a partir de julio no se extendió a la mano de obra de los cañeros hasta el 21 de noviembre.[48]
La inestabilidad económica de esta agroindustria mostraba sus conflictos: en 1961 los ingenios pagaban con retraso de dos años la zafra de 1959 con créditos del Banco de la Nación para el año 1960, después de haberse desarrollado huelgas durante un mes. En junio de 1962 los industriales deben a los cañeros millones de pesos por cosechas de 1959, 1960 y 1961. Y siguen endeudados con el mismo banco nacional.[49]
Gaignard estudia este “cultivo en crisis” en donde existen conflictos entre todos los actores azucareros: industriales-cañeros, industriales-obreros, cañeros-jornaleros. “Tucumán se debate en una crisis social y económica permanente que asfixia poco a poco la vida de la provincia, globalmente amenazada por el dinamismo de las nuevas regiones azucareras, mejor situadas climatológicamente y cuyas estructuras agrarias y sociales se han simplicificado[50]
“(…) los 20.000 pequeños productores representan una capa social empobrecida, endeudada, incapaz de iniciativa económica o agronómica. Constituyen una masa de mano de obra siempre disponible para la Unión de Cañeros [U.C.I.T.], controlada por los propietarios medianos.[51]
En este artículo también afirma que los industriales azucareros “(…) a pesar –o a causa de su prodigioso endeudamiento (…)” siguen obteniendo considerables divivendos, que parecen son reinvertidos “(…) en negocios más rentables fuera de la provincia.” Invierten en compañías de seguros, industrias alimenticias y mecánicas, negocios comerciales y especulaciones inmobiliarias.[52]
Agrega que los grupos Tornquist (ingenios de la C.A.T.) y Roberts (Ingenio La Corona) tienen múltiples negocios en la República Argentina, dando pruebas del “drenaje de capitales fuera de Tucumán”. La familia Nougués (ingenio San Pablo) es propietaria del ingenio Las Palmas en el Chaco, de Abra S.A. en Salta (explotación azucarera y foresta), intereses en la Cía.Sudamericana de Seguros Aconcagua. Con la Cía. de Navegación Pérez Companc tiene negocios en la Patagonia y con los Menéndez Behety fuera de la esa región[53]

Roberto Pucci: Historia de la destrucción de una provincia. Tucumán 1966

Este libro habla poco de la conflictividad social en el mundo del trabajo azucarero. Se centra en las acciones de la provincia y de la nación durante la dictadura de Onganía (1966-1970) y que llevaron a cabo un plan que condujo a la devastación de la provincia de Tucumán. Es cómo el autor la califica “la novela política del azúcar”. El plan de racionalización económica del Dr. Salimei, arrastró incluso a la propia dirigencia de la FOTIA, debiendo renunciar a pesar de haber sido reelegido, su secretario general Atilio Santillán, que continuó siendo secretario del ingenio Bella Vista.
Pucci, relata muchas historias de civiles y militares, que se convierten en los actores principales de esa tragedia que fue el cierre de los ingenios.
Hasta el 22 de agosto de 1966, funcionaban en la provincia 27 ingenios poseídos por las familias más tradicionales de Tucumán y por holdings económicos argentinos y extranjeros:
“Los Ralos y Santa Lucía (Avellaneda y Terán); Amalia (Griet); Aguilares y San Ramón (Simón Padrós); San José (Frías Silva); San Juan y Cruz Alta (Paz Posse); Concepción (Paz); San Pablo y La Providencia (Nougués). El ingenio La Corona pertenecía a la banca Roberts, de capitales británicos; el Fronterita al grupo Minetti, terratenientes y molineros del Litoral; y el ingenio Mercedes había sido adquirido por Herminio Arrieta a principios de los ’60.[54]  
El autor titula como “hecatombe tucumana” y “política de vaciamiento demográfico” el plan del ministro Salimei. Constatada por estudios de población como el censo realizado por el gobernador Avellaneda el 4 de diciembre de 1968, que arrojó un total de 758.499 habitantes, lo que significaba 142.707 personas menos de lo que debían habitar el suelo de la provincia norteña. Para el final de la década del 60’ entre 160.000 y 230.000 tucumanos habían emigrado. Esa sangría de población se aprecia directamente comparando el censo poblacional de 1960 con el de 1970, registrando 773.000 y 765.900 habitantes respectivamente.[55]

Consideraciones finales[56]

A lo largo del desarrollo de esta ponencia se ha intentado mostrar la labor de investigadores sociales de diferentes disciplinas. He seleccionado la voz de geógrafos, sociólogos rurales e historiadores para construir un “estado de la cuestión” sobre la década del 60’, centrando las exposiciones de estos autores sobre el cierre de los ingenios el 22 de agosto de 1966 y su impacto en la estructura agroindustrial tucumana y en todo el mundo del trabajo rural azucarero. Queda pendiente para los que se dedican a la demografía histórica el impacto que representó la clausura de los 11 ingenios en la migración estacional de mano de obra de las provincias limítrofes, en el período 1966-1970 (ver trabajos de Paolasso y Osatinsky al respecto sobre Catamarca). Son muy útiles para entender el período previo (1955-1966) el trabajo de Ana Josefina Centurión: “Sindicalismo y política entre la resistencia y la radicalización. Los trabajadores de Tucumán y sus organizaciones entre 1955 y 1966” presentado en la UNR en 2005; y con un necesario contrapunto, el artículo de Ana Julia Ramírez: “Tucumán 1965-1969 movimiento azucarero y radicalización política, Nuevo Mundo Mundos Nuevos del año 2008.





  



[1] En el marco de decreto N° 16.926/66 que anunciaba proyectos de inversión para “lograr una real expansión industrial y una profunda diversificación agraria”, citado en Giarracca, Norma (coord.): Tucumanos y tucumanas. Zafra, trabajo, migraciones e identidad, Bs. As., Editorial La Colmena, 2000, pág. 37.
[2] Se recomienda un excelente estado de la cuestión acerca de la crisis en: Alejandro Verón, “La crisis azucarera de los años 60’ en Argentina y su impacto en la estructura productiva cañera”, ponencia presentada en VIII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural, Porto de Galinhas, 2010.
[3] Este trabajo de carácter preliminar no profundizará la cuestión de los minifundios cañeros ni analizará el material periodístico de la época, que si se abordará en una próxima entrega. Se recomienda la lectura sobre este tópico de otro texto clásico: Francisco Delich, Tierra y conciencia campesina en Tucumán, Bs. As., Editorial Signos, 1970, que remite a la realidad social especialmente del año 1965 y que  luego fue completada por estadías en Tucumán en 1966. 
[4] No es mi intención juzgar ideológicamente a los sociólogos del Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella, sino valorar sus aportes al conocimiento de aquella época.
[5] Este artículo fue publicado en Revista Latinoamericana, N° 1, 1970, pp. 344-383.
[6] Sobre los campesinos cañeros, para el período 1895-1930, escribe María Celia Bravo; Daniel Campi hace tiempo que se dedica al estudio de los trabajadores azucareros (1856-1930) y en los últimos años, se ha agregado Pedro García Posse, que ha proseguido las indagaciones acerca del mundo del trabajo de la caña de azúcar (1876-1930). Para los tiempos actuales especialmente a partir de la década del 90’ ver las investigaciones de los sociólogos rurales de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA dirigidos por Norma Giarracca. No debemos olvidar la producción del grupo de geógrafos e historiadores de la UNT que dirigía Alfredo Bolsi desde el Instituto de Estudios Geográficos (UNT) y luego desde CONICET-Tucumán.   
[7] Murmis, op. cit., pág. 345.
[8] Op. cit., pág. 345. Si realiza un somero análisis de los otros sectores azucareros: 1. Obreros de surco de cañero independiente; 2. Los cañeros independientes y 3. Los dueños de los ingenios; op. cit. pp. 361-364.
[9] Murmis, op. cit., pág. 352
[10] Op. cit., pág. 357.
[11] Op.cit. pp. 357-358. Murmis en nota 7, pág. 358: expresa que ese descenso se debería al proceso de mecanización y a que varios ingenios vendieron sus tierras.
[12] Op. cit., pág. 358. Datos que no concuerdan con los resultados de esta investigación.
[13] Murmis no profundizó sobre que la FOTIA había apoyado el golpe de Estado de Onganía y ahora se abría una crisis interna de la misma organización obrera, tema que se percibía de la lectura de los periódicos, sosteniendo críticamente al Operativo Tucumán de “transformación productiva” que condujo a la mayor crisis en la historia de Tucumán del siglo XX.
[14] El autor no aclara qué medidas de acción directa realizaron los dirigentes de FOTIA para mantener las fuentes de trabajo en el contexto del Onganiato, a pesar de su apoyo crítico al Operativo Tucumán implantado desde el 22 de agosto de 1966.
[15] Op. cit., pág. 361.
[16] Selva E. Santillán de Andrés: Esquemas de la estructura socio-económica de la provincia de Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Geografía, UNT, Serie Monográfica N° 18, Tucumán, 1969.
[17] Op. cit., pág. 9.
[18] Ibidem, pág. 10.
[19] I bid. pp. 10-11.
[20] Op. cit. pág. 11. Analiza en páginas posteriores la “morfología” cañera, estudiando brevemente suelos y cantidad de lluvias en diferentes regiones de producción de caña de azúcar. Propone que se cultiven 60.000 hectáreas de soja, maní: 50.000 hectáreas y otros cultivos industriales. Además recomienda el funcionamiento de cooperativas de producción y comercialización.
[21] Silvia Sigal: “Acción obrera en una situación de crisis: Tucumán 1966-1968”, Documento de Trabajo, Centro de Investigaciones Sociales, Instituto Torcuato Di Tella, septiembre de 1973.
[22] Op. cit. pág. 1.
[23] Sigal, op. cit., pág. 16.
[24] Ibidem. pág. 18.
[25] Ibíd. pág. 19. Suscribo la opinión de Silvia Sigal sobre el caos social de Tucumán entre los años 1965-1966, pero también en consonancia con el trabajo de Ana Julia Ramírez, considero que el grado de movilización de los obreros tucumanos excluídos por el cierre de ingenios (1966), y también otros sectores de los pueblos azucareros para el período 1965-1968, junto a mecanismos de acción directa desarrollados por los mismos trabajadores fue manifiesta. A su vez se han sumado testimonios en diferentes libros sobre la labor de agitación que emprendieron en aquellos años el FRIP en el medio azucarero, tema que sólo se presentará porque requiere otra investigación bibliográfica y que olvida la larga tradición resistencia y lucha de los peones del azúcar, sobre todo en trasuntadas en autores como Daniel Campi (Tesis doctoral y artículos varios) y el mismo autor de esta ponencia.
[26] Murmis, op. cit., pp. 359-360.
[27] Como Silvia Sigal aclara en la nota 1 de página 85, “Utilizaremos material periodístico y datos de entrevistas a 312 trabajadores de ingenio realizadas durante la zafra de 1966. Para un análisis más extenso de estas últimas, cf. Sigal S., “Crisis y conciencia obrera: la industria azucarera tucumana” en Revista Latinoamericana de Sociología, 1970, 1.
[28] Sigal, op. cit., pág. 34.
[29] María Josefina Pérez Pieroni, en ese entonces (2005), estudiante de Historia de la UNT, presentó una monografía para aprobar la materia Metodología Histórica (dirigida por Estela Noli): Las respuestas de los trabajadores de fábrica del ingenio San José tras su cierre. Se lo solicité por mail, porque me llamaba la atención la elección del tema, y la actual arqueóloga de la UNT, tuvo la deferencia de remitírmelo. Sus relatos son muy vívidos en el punto: “Sectores de la sociedad que apoyan este movimiento obrero”. Al manejar fuentes periodísticas como La Gaceta y Noticias, permite una mejor visualización de los movilizaciones de trabajores y sus apoyos en la sociedad local.
[30] Ibídem pág. 87.
[31] La autora en notas 14 y 19, continúa tratando su categorización de ingenios seguros, amenazados e intervenidos, sin agregar los “cerrados”. El decreto del 22 de agosto de 1966 ordena el cierre de 11 ingenios aunque posteriormente vuelven a la molienda: el Bella Vista, La Trinidad y La Florida entre 1966 y 1967.
Reconoce en la nota 14 (pág. 87) que tres ingenios no alcanzados por el decreto del Ministerio de Economía: San José, Los Ralos y Mercedes cerraron. Según Páez de la Torre: el decreto del 22 de agosto, el gobierno nacional dispone intervenir los ingenios Bella Vista, Esperanza, La Florida, Lastenia, Santa Ana y San Antonio por su alto endeudamiento, y en 120 días serían desmanteladas o adaptadas para actividades no azucareras. La medida luego se extendió a los ingenios Mercedes, Los Ralos, San José, San Ramón, Amaia y Santa Lucía. De estas 14 fábricas azucareras sólo volvieron tres, por poco tiempo: Bella Vista, Los Ralos y San José: siendo vendidas estas últimas dos, por sus propietarios, Carlos Páez de la Torre, Tucumán. La Historia de Todos. A Gaceta, Tucumán, 2001, pp. 413-414.
[32] Op. cit., pág. 39. Sobre esta afirmación tan categórica, la pasaría al rango de afirmación hipotética. Cuestión que profundizaré en otro trabajo.
[33] El Ingenio San Miguel en el departamento de Cruz Alta, de los hermanos Bustamante, primero entró en cesación de pagos y luego fue cerrado en 1915. 
[34] Sigal, op. cit., pp. 40-41.
[35] Op. cit., pág. 41
[36] Op. cit. pág. 42
[37] La FOTIA primero realizó tratativas con el gobierno de Onganía, pero luego debió enfrentarlo, y la respuesta fue que le congelaron sus fondos y finalmente se le retiró la personería jurídica.
[38] Debería decir Caja Popular de Ahorro de la Provincia de Tucumán.
[39] Sigal, op. cit. pp. 42-44.
[40] El tema de las migraciones internas y la pobreza y miseria provocada por el cierre de ingenios está estudiado por geógrafos e historiadores:  Ariel Osatinsky, Pablo Paolasso, Tasso y otros
[41] Si bien es cierto que los dueños del San José (Frías Silva) y de Los Ralos (Juan Manuel Avellaneda) decidieron vender sus fábricas azucareras, se debería considerar, si lo hicieron para recibir compensaciones económicas por la abultada deuda, que mantenían con los bancos provinciales en principio, o porque decidieron desprenderse de sus ingenios por presiones del sector político nacional afín a los intereses de los ingenios del Norte. Siendo una cuestión a profundizar posteriormente.
[42] Ibídem, pp. 48-49.
[43] Se podría seguir discutiendo la cuestión de: ¿la ruptura entre la dirección de la FOTIA y las bases?, que como Sigal manifiesta:  “estallan en respuestas (…) hasta la resistencia violenta”.  Y las divisiones que se van produciendo en el interior de la organización obrera azucarera entre trabajadores de fábrica y surco. Problemas que se  tratarán en un próximo trabajo.
[44] Romain Gaignard: “Azúcar y clases sociales en Tucumán”, (extraído de su artículo: “Une spéculation tropicale en  crise: les plantations de canne a sucre de Tucumán”, en Cahiers d’Outre-Mer, tomo XVII; Burdeos, 1964) en Di Tella, Torcuato S. , Estructuras sindicales, Bs. As., Ediciones Nueva Visión, 1969. El autor aclara que este artículo fue escrito en 1963, sobre la base de datos recogidos por él, en el año 1961.
[45] Gaignard R., op.cit., pág. 88.
[46] Se desconoce de dónde toma las cifras sobre cantidad de trabajadores que da el geógrafo francés R. Gaignard.
[47] Op. cit., pág. 89.
[48] Ibídem, pág. 90.
[49] Gaignard, pág. 91. La deuda con los cañeros ascendía a 50 millones en 1959, 300 millones en 1960 y 1.000 millones en 1961.
[50] Op. cit., pág. 92. En la historia de los ingenios del Norte desde informes de inspectores del Departamento Nacional del Trabajo hasta investigaciones más modernas, se apreciará los agudos contrastes sociales que existían en distintas épocas. 
[51] Ibídem, pág. 96.
[52] Ibíd. pp. 97-99. Dentro de la historia de las empresas azucareras, habría que indagar qué negocios tenían durante los años 1959-1970. Si los endeudamientos con los bancos oficiales realmente obedecían a problemas de los ingenios con sus costos agroindustriales que crecieron a partir de la llegada del peronismo, o eran maniobras financieras de los industriales del azúcar (alcohol  y otros productos).
[53] Gaignard, op. cit. pág. 99.
[54] Roberto Pucci: Historia de la destrucción de una provincia: Tucumán, 1966. 1ª. edición, Bs. As., Ediciones del Pago Chico, 2007, pág. 89. Este libro merece un tratamiento que supera la planificación de esta ponencia. Entonces, sólo me he referido parcialmente a este trabajo. Recomiendo remitirse por ahora, al análisis crítico que realizó Gustavo Zarrilli (UNQ).
[55] Op. cit., pág. 127. Seguir la cuestión de la despoblación de los pueblos azucareros en pp. 127-138. En un próximo trabajo se abordará extensamente varias de las sugerentes hipótesis que ha presentado en su libro citado el historiador Roberto Pucci, con el que tuve la oportunidad de conversar en Tucumán.
[56] Faltaría examinar otros trabajos por ejemplo el referido a la acción de los sacerdotes tercermundistas (MSTM)  en los ingenios durante los conflictos azucareros, como es el de Iris Schkolnik; el estudio técnico de Adolfo Canitrot-Juan Sommer que recopila críticamente un abundante material bibliográfico y construye propuestas para el plan de reconversión económica, luego de evaluar las aplicadas anteriormente, por ello, este trabajo requiere un mayor análisis. He dejado para otra oportunidad el libro sobre el ingenio Santa Ana elaborado por profesores y alumnos, que fue coordinado por Eduardo Rosenzvaig; y los artículos sobre el cierre de las fábricas azucareras de Oscar Pavetti (2001). Rosenzvaig dirigió asimismo, los tres tomos de La Cepa, enciclopedia azucarera, proyecto que quedó trunco. Quedó pendiente, el comentario sobre un trabajo clásico producido por el periodista Juan Octavio Taire del año 1969.
Tampoco se ha tratado la bibliografía sobre las acciones de la resistencia peronista a partir del año 1955, ni la acción de los Uturuncos (1959), tampoco de los guerrilleros que fueron detenidos el 19 septiembre de 1968 en las proximidades de Taco Ralo en el sur tucumano, siendo uno de sus líderes Envar El Kadri, debido a que por ahora, no entra dentro de mi plan de investigación.